S e v e n t y f i v e

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Se mostró de lo más paciente y emocionada mientras dejaba que Jasper la llevara a donde sea que quisiese. Le conversó alegre sobre los dulces que probó en Seattle, así como de por qué creía que él podría identificarse mucho con Arenita Mejillas al ambos ser texanos, lo que lo hizo echarse a reír ante sus ocurrencias.

La música sonó con armonía en el auto, cuestión que le encantó, al igual que tener su mano entre las suyas y poder acariciarle cada tanto el pelo rubio que se le veía de lo más espectacular. Se pusieron serios cuando él dijo que debían ponerse al corriente con los entrenamientos físicos porque los estaban dejando demasiado atrasados. A ella le daba igual sinceramente después de que el señor Pevensie le asegurara que no habría problema alguno si se tomaba su tiempo para hacerlo, mientras que Jazz era tan estricto que afirmaba que debían empezar cuanto antes.

No remilgó, porque a final de cuentas, sabía que tendría un gran maestro y ella no era tan mala en eso de pelear cuerpo a cuerpo gracias a lo que su madre y Gavs le enseñaron. Además, debía comenzar a utilizar armas y por lo que según sabía, Excalibur se encontraba en algún lugar en la Tierra, aguardando a que alguien fuese a reclamarla después de que su tatarabuela Morgana la hurtó.

Que se metieran al bosque le pareció de lo más curioso, mas no dijo nada al respecto y continuaron con su chachara. Francis y Jasper se habían entendido, así que condujo con naturalidad por el camino terroso, sin ninguna dificultad, mientras que ella pensaba en que le encantaba ver esa relación entre su querido auto y el rubio.

Se echó a reír ella solita; bien que Francis podría ser su batimovil.

Se quedó callada y llena de curiosidad cuando el paisaje cambió; seguían encontrándose en los frondosos bosques de Forks, en una zona lejana y apartada en la cual se explayaba una zona libre de árboles, un plano verde con pequeñas y sutiles flores y una cabaña alzándose con firmeza no muy lejos.

Lo miró, buscando alguna respuesta o que le dijese lo que sea, pero no lo hizo, solo sonrió, encantado con verle sus ojitos brillosos de ilusión, extasiada.

Era pintoresca la construcción. Era grande, pero lo suficiente para ellos dos. El pórtico poseía un bonito columpio y postes tallados a mano. Las flores eran un ornamento de lo más encantador, al igual que las enredaderas y esas lámparas junto a la puerta. Las ventanas no le dejaban ver hacia el interior por las cortinas cerradas, sin embargo, solo podía pensar en que no importara que incluso se hallase vacía, ¡ya estaba muy feliz!

—¿Qué significa esto? —Preguntó, queriendo apresurarse a salir y descubrir ese rinconcito del mundo en donde estarían. Él se encogió de hombros, haciéndose el misterioso, impacientándola con maestría— eres cruel, ¿te das cuenta?

—No debe comer ansias, señorita —respondió juguetón. En cuestión de un parpadeo, ya se hallaba a su lado, abriendo la puerta para ella— es para nosotros.

𝐀𝐧𝐝𝐫𝐨𝐦𝐞𝐝𝐚 || Jasper HaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora