F i f t y f i v e

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—¡¿A dónde rayos has estado yendo en las tardes, Andromeda Persephone Athenas?! —Interrogó su madre apenas ingresaron a casa.

Debía estar metida hasta el fondo de problemas como para que la llamara por su nombre completo. Era inusual que le hablase así y por un momento, creyó que con quien se encontraba, no era con mamá, sino con la temible abogada con montones de años de experiencia.

A Andromeda no le gustaba su segundo nombre. Le causaba una especie de cosquilleo desagradable y le parecía que al pronunciarlo junto al resto de su identidad sonaba de lo más extraño. Al menos para ella, resultaba tan caótico que con éxito consiguió que nadie supiese sobre él, llegando a acuerdos en la escuela al punto en que ni siquiera su mejor amiga Angela sabía esa parte de su persona.

Se quedó quieta, esperando al regaño, sin embargo, la mayor se quedó aguardando, con las cejas fruncidas y los ojos bien abiertos; la mandíbula la apretaba tanto que creyó que sería capaz de romperse los dientes y que llevase las manos colocadas a las caderas solo le causó más intimidación.

No era en lo absoluto una pregunta retórica, lo cual la alteró. Se mordió el labio inferior, demasiado nerviosa, ¿tendría tiempo para escapar escaleras arriba y encerrarse en su habitación?

—He estado yendo a dar mis lecciones. Ya sabes, crédito extra para la universidad —farfulló, fingiendo que no estaba para nada ansiosa por esa manera en que la observaba con un tonito de falsa serenidad que hizo gruñir a Ella.

—¿Acaso te crees muy graciosa? ¡¿En qué estabas pensando?! ¡¿Qué parte de «los lobos son peligrosos» no entendiste?! —Interrogó, su rostro enrojecido de ira.

El timbre empleado, el volumen de su grito la hizo estremecerse. No había escuchado ese tono en su madre desde hace mucho tiempo. Solía usarlo cuando discutía con su padre; cuando era niña la hacían despertarse y todavía durante la separación fue algo muy regular de presenciar. El hecho de que ahora arremetiera con ella esa voz, sí le dolía.

Respiró profundo, tratando de ser la imagen de la calma cuando en realidad en su interior, lo único que quería era desaparecerse bajo su edredón; quizá si lo deseaba con muchas fuerzas su colchón la tragaría y no tendría que sufrir esos conflictos entre creaturas que le parecían terribles.

—Confía en mí. Ellos son diferentes —defendió, intentando conservar un poquito de serenidad— Seth y Jacob nunca...

—¿Jacob? ¿Jacob Black? —Interrumpió de golpe, aún más alterada.

La menor asintió, confundida por la forma en que mencionó su nombre. La vio removerse como una bestia enjaulada por la estancia, pensando, analizando cada cosa hecha ese día.

Ya no estaban seguras allí.

—¿Mamá?

—Ya estás grande para que te comportes como una niña, Andromeda —le dijo con dureza, su enfado incrementándose con velocidad. Andy juraba que nunca la vio comportarse así con ella y le parecía la cosa más atemorizante. Ella detestaba muchísimo no guardar la compostura; cosas nada buenas ocurrían cuando no lo hacía—. He sido muy buena y comprensiva contigo y actuaste de forma estúpida a mis espaldas.

𝐀𝐧𝐝𝐫𝐨𝐦𝐞𝐝𝐚 || Jasper HaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora