𝐀 | ⋆.ೃ࿔ Había algo en Forks que lo volvía el lugar ideal para que millones de secretos se ocultaran.
Quizá era la baja población; tal vez era su silencio y los espesos bosques que rodeaban a la pequeña ciudad. A pesar de que existían múltiples teo...
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Cercana la media noche, un par de toquecitos a su puerta la distrajeron de su desesperado dibujo en un intento en vano de tranquilizarse. Arrojó asustada la libreta; se halló tan concentrada que aquella interrupción fue igual a escuchar gritos repentinos en medio del silencio.
Ver a su madre con un trozo del pastel de chocolate de cumpleaños y un vaso de leche tibia, la hizo sonreír y la verdad, es que le pareció sorprendente lo mucho que le generó alivio esa dulce sonrisa ante todas esas cosas que le embargaban en la mente con tanto caos, igual una torrencial tormenta. La lluvia de pensamientos y emociones la atormentaba y ver a Ella allí con una de sus golosinas favoritas, era como tener un paraguas que venía a protegerla.
—Traje algo para ti —susurró adentrándose a la alcoba con serenidad, notando el cuaderno de dibujo arrojado boca abajo en el colchón— ¿estabas por dormir?
—Ah, nop, aún no —masculló, recibiendo el postre con las mejillas sonrojadas— gracias, mami.
—No hay de qué, cielo.
La chica se apresuró a guardar su equipo para dibujar en uno de los cajones de su mesita de noche para hacer espacio en la cama. Ella la escudriñó con atención en su tarea, notando esa forma en que le temblaban un poco los dedos y en que se relamía con ansias los labios, tan perturbada que, si tomaba en cuenta el latido de su corazón desaforado y la respiración pesada, bien podría apostar a que se contenía el llanto.
Le hubiese gustado ver su dibujo. Sabía que Andy era muy buena y poseía una creatividad y una técnica sublime que desarrolló por sí misma con gracia y belleza. Nunca le había mostrado sus trazos personales, los que ocultaba en sus cuadernos y esperaba que en algún momento la dejase hacerlo. Ella Athenas estaba segura, que algún día, el mundo vería sus trabajos en una galería y presumiría con orgullo que fue su amada y talentosísima hija quien había conseguido eso.
La dama se acomodó a un costado de Andromeda, notándola comer en silencio en esa fingida y habitual tranquilidad. A la cumpleañera el hecho de saber que su madre la escudriñaba con cuidado, tomando especial detalle de su rostro, causó de que de nuevo los nervios la invadieran con prontitud.
—¿Lo pasaste bien? —buscó conversar Ella, con un tono de amabilidad que a la menor la hizo girarse en su dirección, curiosa por ese intento por aparentar serenidad—. Yo creo que fue una muy buena velada.
—Lo fue —afirmó con una minúscula sonrisa, agradecida—. Ma, ¿sucede algo?
La abogada se vio atrapada en cuestión de un segundo. Era lógico, por supuesto. Se conocían muy bien y sin duda esa conexión que trabajaron no solo como madre e hija naturalmente, sino también con hadas, ya comenzaba a generar la misma facilidad que ella tenía para entender a la otra. Resultaba fascinante y le enorgullecía ver que su pequeña cada vez conseguía manejar su vida anterior y la nueva con más habilidad.