S e v e n t e e n

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El día se volvió tan caótico que no parecía ni siquiera ser una jornada normal de clases. Tanto jaleo la traía vuelta loca pero le divertía mucho ver a sus amigos tan emocionados, como si nunca en su vida hayan visto a un alumno nuevo llegar a las instalaciones de Forks.

Isabella Swan —o Bella, como oyó por allí—, era la hija del jefe Swan que recién llegaba al pueblo desde Phoenix y por lo que le había contado el señor Charlie, se quedaría por un tiempo con él. Lucía emocionado y desde que se enteró hace unas semanas cada que visitaba el Carver Café y se lo topaba allí, él no paraba de alardear sobre eso; por supuesto, en un tono bajo, ocultando un poco toda la felicidad que eso le traía, porque él era así, estoico, pero con actitud.

Había tenido que hacerle el favor al señor de comprar algunas cosas para su hija ya que él no tenía ni idea de qué eran las cosas que una chica necesitaba. Esperaba no haber sido invasiva y que las elecciones que tomó en los productos le fuesen a gustar a Bella.

La joven adolescente recién llegada se sintió sobrepasada por lo que ocurría. No comprendía demasiado el porqué de las acciones de sus compañeros, que la rodeaban con interés para conocerla. Si le añadía todo ese alboroto que traían los demás compañeros junto con el disgusto que le generaba el clima húmedo y la ligera llovizna del exterior, se sentía tan pérdida como un pececito fuera del agua, atormentada porque solo quería comerse con tranquilidad su almuerzo.

O al menos eso era lo que planeaba hasta que los vio llegar.

No había visto a personas como esas en su vida, con una perfección inaudita que a más de uno dejaba deslumbrado. Parecían salidos de la portada de una revista de modas con esa belleza desgarradora que, aunque se hallaron ligeramente encorvados y con surcos marcándose bajo sus ojos, no les restó ningún punto para causarle el mismo impacto que a cualquiera que los veía por primera vez.

—¿Quiénes son? —Indagó, tratando de no parecer demasiado interesada, con un disimulo que le surgió de lo más natural al menos hasta que Stanley y Weber se giraron a ver hacia donde miraba.

El par de chicas terminaron riendo y comprendiendo la fachada, la que cada estudiante colocaba para poder hablar de ellos.

—Los Cullen —adelantó a responder la chica de gafas, jugueteando nerviosa con su cámara.

—Son... los hijos adoptivos del doctor Cullen —comenzó a explicar la segunda, con el tono de cotilleo que uno emplearía al simular no saber nada— se mudaron de Alaska hace... unos cuantos años.

—Es que no socializan con otros —explicó la morena, recordando que más de uno intentó hacer amistad con los integrantes de la enigmática familia y que solo una chica lo logró... mas no era como que hubiese terminado muy bien.

𝐀𝐧𝐝𝐫𝐨𝐦𝐞𝐝𝐚 || Jasper HaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora