O n e h u n d r e d f i v e

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Lo que ocurrió en ese momento fue un presagio y un preludio, así como una anáfora de lo ocurrido entre Merlin y Morgana hace cientos de miles de años, solo que, en esta ocasión, al fin tendría una conclusión y aquel heredero fue el encargado de comenzarlo.

La Tierra pareció detenerse por un instante, fue como si todo en el mundo se hubiese quedado congelado, como si de pronto el planeta hubiese permanecido quieto en su propio eje por unos segundos que parecieron eternos. El aire dejó de moverse, los árboles dejaron de sacudirse en la lejanía y cada copito de nieve se quedó en pausa, haciendo que los presentes admiraran todo con confusión, sin entender lo que pasaba.

Sus cuerpos respondieron atónitos, tensos y abrumados por una extraña pesadez que les rodeó con prontitud por igual, obligándolos a mantenerse firmes en sus lugares sin hacer ningún movimiento.

Un sonido peculiar apareció por encima del profundo silencio, como un trueno lejano, a kilómetros de distancia, acercándose con lentitud, el suelo bajo sus pies sacudiéndose cada vez más, volviendo a avivar el espectáculo. Solo entonces fueron conscientes, de que algo se avecina desde la tierra, de entre la corteza bajo sus pies, estremeciéndose ante una fuerza descomunal.

Los árboles que los rodeaban comenzaron a sacudirse poco a poco, hasta que danzaron en una violenta ráfaga de viento que dejó confundidos a cada uno de ellos. Las copas del bosque se zarandearon de un lado al otro, con una vehemencia que parecía que haría que se salieran de su posición.

—Ay no —masculló April asustada en su posición, retrocediendo un paso de su agresor quien arrugó el entrecejo sin comprender lo que pasaba.

Entonces, se convirtió en cenizas, al igual que otro montón de seres oscuros que intentaron atacar y avanzar antes de volverse nada.

El cielo se oscureció ante las espesas nubes grisáceas que se acribillaron con rapidez, acompañadas del estallido de truenos vehementes y un relámpago que cortó con su resplandor el inmenso lienzo sobre sus cabezas, en señal de que debían irse de allí... y la tierra siguió sacudiéndose con furia.

Gavril, que tenía a un Vulturi entre sus manos, lo empujó, apartándose de él. Todos tomaron su espacio, para después quedarse sin poderse mover, como si algo estuviera manteniéndolos con los pies atados allí.

Entonces, el noctámbulo que antes la había estado aplastando, fue apartado por el viento, su rugido resonando con violencia hasta que fue destrozado por la mitad, su sangre espesa y negra salpicando todo a su paso.

Y Andromeda al fin liberada en su totalidad, con una inaudita lentitud se alzó sobre sus rodillas, paciente, mostrando que sus orbes claros y destellantes que se habían convertido en negro durante toda la batalla, en ese momento se volvieron blancos por entero, con venas marcándose con brutalidad, líneas de rojo y azul ardiente en su rostro pálido.

𝐀𝐧𝐝𝐫𝐨𝐦𝐞𝐝𝐚 || Jasper HaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora