𝐀 | ⋆.ೃ࿔ Había algo en Forks que lo volvía el lugar ideal para que millones de secretos se ocultaran.
Quizá era la baja población; tal vez era su silencio y los espesos bosques que rodeaban a la pequeña ciudad. A pesar de que existían múltiples teo...
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Esa mañana, fue caótica.
Desde iniciar con el hecho de que su alarma no había sonado, apenas alcanzó a tomar un baño y a realizar su maquillaje. Se había colocado un bonito vestido verde olivo y unos tacones beiges. Los ojos le relucían de un verde bosque muy lindo que la hizo soltar una risita considerando el contexto de su vida.
Su madre preparó para ella un delicioso desayuno festivo con unos panqueques espectaculares con jarabe de chocolate, al cual apenas y pudo disfrutar al ir con prisas, mientras que la mayor la acompañaría en un rato después.
Andromeda se vio hecha un lio inmenso. Apenas alcanzó a recoger su toca y birrete y a ver a sus amigos. Tener el apellido con su letra inicial siendo una "A" le jugaba muy en contra, así como el hecho de que debían pronunciar su nombre completo para asegurar su presencia.
—¿Acaso eres griega y no nos lo dijiste? —Jugueteó Mike.
—A tu madre sí que le gusta la mitología griega —añadió Jessica.
—¿Cómo es que nos conocemos de casi tres años y hasta ahora lo sabemos? —Indagó perspicaz Angela, lo que la hizo sonrojar.
—Yo digo que suena genial —comentó Tyler— te queda.
—Vaya que lo hace —exclamó Gavril, con una sonrisa que solo la hizo enrojecer más.
Suponía, que a veces los secretos siempre salen a la luz y el considerarlo la aterró.
—A los cinco años, nos preguntaron que queríamos hacer al crecer —Jessica Stanley dijo con seriedad al comienzo de su discurso, sin olvidarse de dibujar una amable sonrisa en sus labios; lucía radiante allí arriba— respondíamos cosas como: astronauta, presidente... o en mi caso una princesa —pronunció con gracia, generando risas en el público—. A los diez años, preguntaron otra vez. Respondíamos vaquero o roquero... o en mi caso ganadora de una medalla de oro —jugueteó por segunda ocasión, ganándose de nuevo la respuesta afirmativa del público.
»Pero ahora hemos crecido, quieren una respuesta seria. Bueno, ¿qué tal esta? ¡¿Quién diablos sabe?! —Exclamó. Aplausos, gritos y risas invadieron todo el lugar en un alegre vitoreo, sin imaginar que esas palabras habían calado hondo en el pecho de cierta neoyorquina—. Este no es el momento de tomar decisiones seguras sino el de cometer errores. Tomar el tren equivocado y perderte en algún lado. Enamorarnos, mucho —pronunció.
Hubiese deseado no girar a mirar a Jasper. Hubiese deseado que él no la estuviera mirando.
—Estudiar filosofía con lo que no se puede tener una carrera. Cambiar de idea y cambiar otra vez, porque nada es permanente —continuó Stanley—. Cometamos todos los errores posibles, así cuando nos pregunten que queremos ser... no tendremos que adivinar. Lo sabremos.
