F o u r t y t w o

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Tomar asiento nunca había sido una labor tan ardua como lo fue en ese instante, aunque su cuerpo lo agradeció apenas su trasero tocó su habitual silla junto a su mejor amiga Angela, que robaba papas fritas de la bandeja de su novio Eric entre risas risueñas y boberías. Sonrió con ternura al verlos, tan agotada, que comenzaba a cuestionarse cuánto tiempo podría soportar hasta caer rendida.

Al menos intentaría hacerlo de pie.

Su cuerpo no dolía milagrosamente, pero de hacerlo seguro que tendría que arrastrarse por el suelo para conseguir desplazarse de un lugar a otro. Le parecía una cosa de lo más interesante que aún con eso su anatomía sí resintiera el cansancio inmenso a causa de todo el entrenamiento ejercido sin brindarle dolor en los músculos. Era como si hubiese estado cargando cientos de camiones sin parar... aunque no se alejaba tanto de la realidad.

—¿No dormiste bien otra vez? —Curioseó la morena, riñéndola por descuidada. Athenas solo sonrió, fingiéndose apenada. Si tan solo supiera.

—Mamá me tuvo ocupada ayudándole, ya sabes que no puedo negarme —masculló, mintiendo tal como su madre y ella habían ideado para no generar sospechas ante ese peculiar desgaste que presentaba en la escuela.

En la primera ocasión, su madre la había llevado al bosque en una dirección que le pareció desconocida hasta que frente a ellas se extendió un claro marchito y oscuro que no parecía ni siquiera pertenecer a ese basto mundo verde de Forks. Ver tanto pasto seco y vegetación decaída le pareció de lo más triste, así que aún con ese acongojar, siguió a la mayoren silencio, concentrada en sus propios pensamientos, tan ensimismada, que seguramente ni siquiera en estado de alerta podría haber previsto cuando Ella la tomó por el brazo con dureza, tirando de su cuerpo con una brutalidad que le asustó.

No supo de dónde vino eso y se halló atarantara ante la violencia con la que fue arrojada al suelo. Le exigió que reaccionara, que lo sacara.

¿Qué?

¿Qué se supone que debía sacar? No tenía ni la menor idea de qué podría estar hablando. Se halló trémula, confundida y sin saber en realidad cuál era la respuesta correcta a lo que su madre pedía intentó levantarse sobre sus pies, pero pronto, una ráfaga de viento la arrojó por el aire, la levantó apenas un par de metros del piso, lo que la aterró, más no tanto como el golpe que se ganó con dureza al caer de golpe en el suelo.

—¡Sácalo, Andromeda! —Bramó con una fiereza que jamás vio en esas facciones que siempre la trataron con dulzura, que fue la representación de la calma en persona por años ante ella.

Jadeó por aire, adolorida por el impacto recibido, buscando poder calmarse y entender qué rayos era esa clase de ejercicio.

—¡¿Qué se supone que debo sacar?! —Chilló de vuelta, antes de que de nuevo volase por el aire y cayera rodando al suelo.

𝐀𝐧𝐝𝐫𝐨𝐦𝐞𝐝𝐚 || Jasper HaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora