F i f t y e i g h t

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El domingo por la noche sintió un enorme cambio cuando había preferido colocar el noticiero en lugar de una película para pasar su velada. Escuchó atenta sobre los accidentes registrados en la localidad y también sobre los eventos, caridades y famosos en tanto se servía unos cereales. Resultaba nuevo y parte de ella deseaba entretenerse mejor con un filme al menos hasta que Seattle hizo su aparición en la pantalla.

El terror le removió las entrañas conforme se fue desarrollando la nota sobre las múltiples desapariciones y muertes en masa que estaban ocurriendo en la ciudad. Los desastres estaban ocultos, al menos lo suficiente como para que no se supiera que se trataba de seres inmortales, pero el ser consciente del trasfondo de aquellos hechos, solo le generaron un mal sabor de boca.

Desganada dejó su bocadillo en la mesita de centro. Con esa información solo se sentía más cansada de lo que ya. Durante las últimas noches de vigilancia las cosas estaban ocurriendo sin incidentes al punto en que las presencias de creaturas solo eran las propias. Si tantas muertes estaban ocurriendo, significaba que el intruso poseía una amplia sed de sangre... o eran más.

Que aún no ocurriera nada en Forks, solo prolongaba su angustia. Algo en sus entrañas le decía, que muchas cosas malas estaban por ocurrir.

Vivir asustada para su desgracia comenzaba a parecer una costumbre, así que cuando su madre llegó en ese momento le fue imposible no evitar brincar alertada al escuchar la puerta abrirse. Incluso estuvo a punto de materializar su magia dispuesta a defenderse.

—¿Continúas despierta? —Curioseó Ella con tranquilidad y una sonrisa llena de calidez, a lo que la castaña le respondió con un asentimiento enérgico— Estoy agotada. El viaje hoy fue más largo que de costumbre.

—¿Quieres que te prepare un café o algo? —Propuso. La mayor se echó en el sofá continuó, soltando un largo quejido.

Tal vez era la imaginación de Andromeda, pero el impecable traje de su madre parecía ligeramente sucio.

—Oh no, cielo, gracias. ¿Qué tal van los papeles del certificado y el diploma? ¿Ya sabes que dirás cuándo recojas tu premio?

—Mamá, solo es un reconocimiento, no tengo que decir nada —masculló con una ligera sonrisa antes de encaminarse a la cocina a dejar su plato sucio de cereal.

La abogada no perdió su figura de vista, incluso la siguió en silencio con una pizca de curiosidad. Había notado cansada a su hija, así como con algo de sueño, aun cuando eso no debía pasar. Llevaba una postura desgarbada que evidenciaba el agotamiento, al igual que parpados caídos y un ligero tono violáceo formándose bajo sus cuencas.

Sería muy tonto de su parte el no saber lo que la traía así, sin embargo, tampoco no quería mostrarse invasiva ni forzarla a decir nada. Ella Athenas no era estúpida y sabía que las cosas entre su hija y ella no se encontraban del todo bien, un aspecto que no había conseguido aun solucionar debido a esos otros que continuaba arreglando.

𝐀𝐧𝐝𝐫𝐨𝐦𝐞𝐝𝐚 || Jasper HaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora