T w e l v e

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Por la noche, cuando Ella volvió a casa, arrojó sus tacones con completo cansancio sin siquiera fijarse en donde caían. De la estancia se escuchaba el suave murmullo de la televisión en un bajo volumen, así que supuso que Andromeda estaría esperándola.

Sonrió al verla dormida. Arrugó el entrecejo al percibir que su temperatura estaba algo elevada, pero no era nada por lo cual preocuparse. Ya sabría cómo manejar con ello. En calma, soltando uno que otro bostezo producto del cansancio por un largo día de trabajo, preparó una rica infusión que con su toque especial la haría sentir perfecta al día siguiente.

No tenía ni idea de cómo era que su madre lo conseguía, porque desde que era niña cuando se enfermaba de esa forma, tan intensa, lo manejaba con una maestría que dejaba boquiabierta a más de una madre en el colegio.

Ese día despertó con una vigorizante energía y una inmensa emoción por los poros, totalmente renovada. Andromeda se colocó una corta falda de tablones con un coqueto estampado escocés de colores verde y negro. Sabiendo que no podía confiarse del clima, añadió un suéter de punto también negro y unos bonitos botines con un gigantesco tacón en el mismo color.

Solo por si era necesario, llevó una chaqueta que le sentaba inmensa en el brazo. No quería fiarse demasiado. Forks podía ser bastante traicionero en ocasiones.

Abajo en la cocina, esperaba poder agradecerle a su madre por la ayuda con su tónico mágico. De igual forma estaba lista, con el impecable atuendo haciéndola lucir aún más peligrosa de lo que ya al encontrarse discutiendo acaloradamente con su asistente.

Tenía ese peculiar gesto de apretar tanto las cejas al enfurecerse que se le dibujaba una línea entre ellas; su cara enrojecía tanto que parecía que iba a estallar igual a una especie de bomba, igual que en las caricaturas. Por lo que pudo escuchar, hubo un pequeño problema en su agenda —por no decir inmenso— y ahora tenía dos audiencias al mismo tiempo.

Escuchar a su madre peleando alterada no era algo que quisiese ver. No se lo recomendaba a nadie y esperaba que Dios se apiadara del pobre que sufriría de su castigo.

—Nos vemos —gesticuló, huyendo por su vida.

Realmente Andromeda jamás había recibido un regaño de parte de su madre. Solía portarse bien o al menos lo intentaba. A parte, le tenía tanta confianza, que sabía que cualquier cosa que le compartiera se quedaría entre ellas, nadie más sabría jamás ese secreto.

Se tuvo que resignar a tener que comprar unas galletas y un jugo para poder desayunar, así podría sobrevivir hasta la hora del almuerzo dónde planeaba engullir una hamburguesa, tal vez una rebanada de pastel y alguna limonada. No entendía en ocasiones como es que era tan delgada. Le gustaba mucho la comida.

Francis le acompañó como cada mañana hasta el plantel educativo con música que terminó de despertarla. Cantó al son de Britney Spears y de ABBA, emocionándose cuando después de Dancing Queen sonó Baby one more time. Después del largo descanso del día anterior, podía decir con firmeza que estaba más energizada que nunca para enfrentar lo que sea que se le avecinara.

𝐀𝐧𝐝𝐫𝐨𝐦𝐞𝐝𝐚 || Jasper HaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora