T h i r t y n i n e

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La noche en que salieron a la ciudad de Olympia, estaba emocionada o al menos se dijo eso a sí misma mientras hacía ondas en su pelo con una rizadora. Junto a sus amigos se esforzó con creces en mostrarse animada después de haberse estado mintiendo ella solita por veinte minutos frente al espejo mientras se maquillaba, fingiendo que la ausencia de Jasper no le dolía y que no le importaba en lo más mínimo.

Esa noche, su madre no estaría en casa, cosa que no la tomaba por sorpresa. Tendría que quedarse en Seattle a causa de que saldría demasiado tarde y debía estar de nuevo en la oficina por la mañana casi al amanecer. No era la primera vez que pasaba por supuesto y visto lo visto, que su ausencia volviese a hacerse presente, solo terminaba por hacer que ideas tristes y melancólicas tomasen veracidad.

Cuando estuvo con los chicos, olvidarse por un rato de lo que la acongojaba le resultó revitalizante. Gavril la cuidaba, sobreprotector y afectuoso, cosa que le agradaba; él siempre era así con ella, tan dulce. Por otro lado, Angela la miraba con duda, como había estado haciendo durante esos días, sin embargo, trataba de mantener ese gesto oculto con su sonrisa y amabilidad; no fue muy efusiva durante la cena, porque no era propio de ella, pero trató de ser abierta y divertida para poder pasar un rato agradable.

Para su suerte, el correr de los días en el mes de octubre resultaron cuanto menos similares. Fiestas y salidas con amigos que la mantenían con la mente ocupada, su madre demasiado ocupada como para llegar siquiera a casa. Andromeda a pesar de todo eso, mostró con maestría una cara alegre y brillante, manteniendo bajo llave en un cofre en un lejano resquicio de su ser el real dolor que le generaba la inseguridad y el miedo latente a la soledad, así como esa punzante, casi aniquilante tristeza que Jasper dejó en ella al simplemente irse sin siquiera ser capaz de verla una vez más.

Las canciones con letras tristes jamás habían tenido tanto sentido. Si antes lloraba con ellas a pesar de no haberlo sufrido, ahora que sí, la ponían a temblar y a que le faltase el aire de tantos sollozos.

No mentiría que no lo había justificado en varias ocasiones, porque más de una vez pensó que quizá, muy seguramente, había resultado tan doloroso como para ella la decisión de marcharse, que el verse una última vez en una despedida haría las cosas muy difíciles para los dos; lo empeoraría todo hasta sumergirlos en algo todavía más doloroso.

Aun así, aunque abogase a su favor su mente, a pesar de que sus pensamientos hilaran una red donde le excusaba cada una de sus decisiones, esas mismas que los separaron sin siquiera considerarla, eligiendo él mismo lo que era mejor para ella... la hacía enrabiar, que apretara los puños y la mandíbula con fuerza producto de su enfado combinado con algo peor que la tristeza, que respirase profundo para contenerse las lágrimas, sin intenciones de dejarse llevar por emociones que de pronto le parecían falsas, de lo más baratas.

𝐀𝐧𝐝𝐫𝐨𝐦𝐞𝐝𝐚 || Jasper HaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora