𝐀 | ⋆.ೃ࿔ Había algo en Forks que lo volvía el lugar ideal para que millones de secretos se ocultaran.
Quizá era la baja población; tal vez era su silencio y los espesos bosques que rodeaban a la pequeña ciudad. A pesar de que existían múltiples teo...
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Al fin se sentía segura y capaz de desenvolverse en clases gracias a la ayuda de sus nuevos amigos. Ya para la última materia, era como si la coraza construida producto de los nervios de una nueva escuela, ya se rompió. Finalmente, tras lo que parecieron ser una serie de largas horas de clase aburridas y tediosas, había llegado la hora dedicada para Literatura. Enérgica se encaminó hasta su aula, con los auriculares bien puestos en tanto se encaminaba a su destino junto a la voz de David Bowie.
Arrugó el entrecejo al no verlo por ningún lado, ni siquiera cuando fue en camino al aula, pero no le dio importancia; supuso que su compañero llegaría después cosa que ocurrió, el misterioso Jasper Hale llegó al final de todos, con una expresión diferente a la habitual ya que, llevaba una pequeña sonrisita que a Andromeda la hizo sentir que dedicó especialmente para ella.
Y ella sonrió contenta por eso.
—Creo que alguien llegó tarde —cantarina jugueteó en su asiento, sintiendo nervios a flor de piel que de inmediato el rubio consiguió sentir apenas se acercó a su compañera. Lucía contenta y sin dudas el color rosa de su suéter le quedaba perfecto contra el tono de su piel.
—Estaba buscando a alguien —susurró, ya que el profesor comenzaba puntual con su clase. Andromeda soltó una risita, comenzando a decorar la hoja de su libreta con una pluma de tinta de gel negra y un bonito plumón de color rosa.
—¿Y la encontraste? —curioseó, más tranquila, sus emociones siento un completo coctel de regocijo para él que se acomodó con velocidad en su asiento. Admiró su bonito perfil, confundido y agradecido de que junto a esa joven todo parecía ser completamente brillante.
—En realidad, resultó que ya estaba aquí —respondió, tan natural que incluso a sí mismo le tomó por sorpresa. Andromeda se rio y coqueta sacudió sus hombros.
—Qué bueno que pudiste encontrarla entonces —murmuró sonriente. Hale de igual forma lo hizo, notando como la chica guiñaba un ojo y después se centraba una vez más en sus apuntes.
No tuvo de qué preocuparse debido a que el nuevo tema ya lo conocía bien de los estudios de bachillerato previos. Eso le dio la oportunidad para fijarse en la forma de sus manos, delgadas y pálidas, con largos y delicados dedos de porcelana fina. Delgadas venitas con sangre caliente e inolora corriendo dentro de ellas decoraban el dorso de su extremidad libre de manchas, y sus nudillos lucían increíblemente marcados con esplendor, tan finos, que era como si algún escultor se hubiese tomado la molestia de crear el par perfecto de manos que jamás pudiese existir.
—Estoy comenzando a pensar que necesitas seriamente esa foto —bromeó sin voltearse a verlo, concentrada en lo que el profesor explicaba en la pizarra.
—Quizás deberías dármela —farfulló, con algo de inseguridad porque se sentía nuevo e inexperto en el arte de flirtear. Consiguió que una suave risita saliera de ella, que asintió.