𝐀 | ⋆.ೃ࿔ Había algo en Forks que lo volvía el lugar ideal para que millones de secretos se ocultaran.
Quizá era la baja población; tal vez era su silencio y los espesos bosques que rodeaban a la pequeña ciudad. A pesar de que existían múltiples teo...
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No existía manera alguna de poder describir lo que vino después.
Era tan agrio, un sentir amargo y agudo. Si hubiese querido compararlo con algo, no encontraba con qué. La pérdida, el luto, para su desgracia, era un sentir conocido que no terminaba de comprender y que tal parecía, nunca la iba a soltar, como si se encontrase condenada a ella.
Aquella escena ocurrida frente a sus ojos la llevaba tatuada en los recuerdos, se revivió en sus sueños sin parar, una y otra vez, una cinta rayada que lo único que le permitía ver con claridad era ese justo momento, unos instantes que le habían cambiado y condenado. Añoraba con despertar, poder encontrar un poquito de lucidez y tal vez así, podría acabar con el sufrimiento de recordar esas imágenes.
Deseaba desesperadamente que todo fuese una mentira.
Ansiaba a que lo fuera, la más desgarradora de las que se pudiesen decir, la más cruel de las bromas que la vida le haya podido jugar. Añoraba a que eso fuese la realidad, una vil y desgarradora mentira.
Entre sueños sollozaba en silencio. Las lágrimas le recorrían el rostro aun en la inconsciencia, su anatomía frágil y adolorida hipando al hallarse dormida solo para repetirle el sonido atronador y tortuoso de su amado al ser...
No podía.
El luto se acomodó como una invitada especial en la casa Cullen y el Santuario. En el silencio avasallador que se instauraba entre sus paredes, si prestabas atención, podías escuchar los lamentos de las almas en desgracia que lloraban a sus caídos, a sus seres amados y a los valientes que se enfrentaron al caos.
Y en el fondo, en la última habitación de la residencia de los vampiros, descansaba la figura de Andromeda Hale, gritando entre sueños con desespero y dolor, causando el desdén y la agonía de todo aquel que la escuchaba. Era horrible verla aferrándose a algo que ya no podía ser.
Jamás podrían estar de nuevo juntos. Le fue arrebatado de la manera más brutal posible.
¿Qué se supone que iba a hacer ahora?
Ni siquiera podía verlo. ¿Por qué no podía visitarlo? No sabía la razón para no poder encontrarlo más allá, sobre todo, para ir con él.
Jasper.
Su Jasper.
Estaba muerto.
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April suspiró con pesadez, admirando a Rosalie quien silenciosa siguió acariciando el pelo de su hermana Alice, ya que la pequeña vampiresa continuaba en trance, quieta como esfinge, tratando de encontrar qué es lo que no notó para hacer cambiar la decisión de Aro, lo que sea que haya condenado a su amado Warren.
