E l e v e n

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Jamás había añorado tanto a que la campana de salida sonase como ese día. Debía admitir, que el agotamiento la podría volver loca de no ser por el hecho de que se sentía demasiado mal como para permitírselo. Su cuerpo pesaba más de la cuenta y sus altos tacones solo le torturaban más en cada paso que brindaba. Al menos había podido llegar hasta el final de la jornada sin ir a la enfermería. Ni siquiera le pudo prestar atención a lo que Angela le decía ya que su cansancio le podía más, amenazándola con hacerla caer debido a la debilidad.

—Vamos a ir al Carver, ¿quieren venir? —Indagó Eric a las chicas, que negaron rápido.

—Tengo que llegar temprano a casa. Iré a ver a mis abuelos en Port Angeles —excusó Weber con prontitud. El joven asintió comprensivo, antes de girarse a una adormilada Athenas que apenas y conseguía pensar con la cabeza martilleándole tan horrible.

—Hoy no, lo siento, me siento mal —masculló, su voz sonando igual a un suspiro. Yorkie lamentó verla en ese estado, incluso se miró con Angela por un instante para comprobar si no fue el único que se alarmó ante esa forma de hablar. No era nada normal que se pusiera así. 

Sí había enfermado en un par de ocasiones, pero eran simples catarros que a cualquiera podía atacarle alguna vez. Sin embargo, todo el día había estado decaída y su habitual ánimo alegre se vio apagado; ahora eso, solo hacía que una increíble preocupación se generara en sus amigos.

—En otra ocasión —añadió.

—¿No quieres que te llevemos? —Propuso ahora Angela, más inquieta— no parece que puedas conducir.

—No se preocupen, en serio —pidió. Una tirante y falsa sonrisa se dibujó en sus labios, pretendiendo lucir bien cuando en realidad era todo lo contrario y no lo conseguiría ocultar sin importar cuanto se esforzara.— Nos vemos mañana —despidió, tan veloz como su débil cuerpo le permitió.

Rosalie admiró con una ceja enarcada a su hermano Jasper, como si le advirtiera que no se atreviera a hacer movimiento alguno mas poca atención tuvo de su parte al no quitarle la mirada de encima a Andromeda. Le daba solo diez segundos más para que se decidiera al fin a acercarse.

—Te apuesto cinco dólares a que lo hace —le dijo Warren a Emmett, divertido con ver al rubio así de tenso.

—En cualquier otra ocasión te diría que sí pero ahora es demasiado seguro —rechazó el pelinegro con una sonrisilla. Alice aguardó, emocionada.

—Dale esos cinco dólares —indicó el rubio antes de avanzar veloz.

A regañadientes, Emmett lo hizo haciendo saltar entusiasmado a su hermano.

La chica intentó abrir su auto, sin embargo, ver a Jasper allí junto a ella no le permitió continuar. Era extraño. Nunca le había hablado después de la escuela, ni aún con toda esa cercanía que tenían. Eso era como una especie de pacto silencioso que se habían hecho y una de las tantas razones por las cuales la ponía a dudar sobre lo que sea que estuviese sucediendo entre ellos.

𝐀𝐧𝐝𝐫𝐨𝐦𝐞𝐝𝐚 || Jasper HaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora