F o u r

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Quizá no le habría parecido del todo rara la situación si tan solo por la noche no lo hubiese visto de nuevo al chico de cabellos rubios y mirada dorada haciendo acto de presencia frente a ella. En los sueños de Andromeda, Jasper Hale la visitó, colocando su corazón eufórico ante su sonrisa trazada encantadora para ella. En su subconsciente se quedaban así, uno sentado frente al otro sin necesidad de palabras, en completo silencio, solo apreciando sus rostros, detallando la perfección que representaba el uno para el otro.

Era absurdo lo mucho que se sentía real, lo mucho que le causaba felicidad el verlo en sus sueños así de cercano a ella, como si todo el tiempo hubiesen estado juntos.

Cuando Andromeda estiró su mano y acarició su mandíbula como tanto quería hacerlo, descubrió que su dermis pálida contra su tacto era sorprendentemente fría, tan gélida como un témpano de hielo. Soltó una risita al imaginar que lo llamaba así —aun dentro de su mente, porque sí, todo era producto de su tormentoso subconsciente—.

—¿Qué te causa gracia? —Curioseó él, agazapándose contra su palma para sentir con intensidad la calidez y la ternura de su caricia. Incluso, se permitía cerrar los ojos con deleite ante sus dedos, lo cual le pareció tan encantador y personal que la hizo sentir una autentica calidez en el pecho, tan emocionante y puro que a su figura dormida la hizo sonrojarse.

—Nada, témpano —respondió, estirándose para abrazarlo con confianza, regocijada al ser bien recibida entre sus brazos que le acariciaron la espalda al apegarla más a él. El Jasper de sus sueños se rio embelesado por entero y con ese pequeño pero melodioso sonido, despertó.

Abrió los ojos en el medio de la oscuridad. Se encontró agotada y el reloj digital en su mesita de noche marcaba las cuatro de la madrugada. Afuera diluviaba y por la humedad en sus ojos, apostaba a que había llorado aún en medio de sus sueños.

Estaba, en definitiva, loca.

Ni siquiera lo conocía como para permitirse esa clase de sueños tan intensos. Además, fue tan real que el calor que sentía y las cosquillas en la barriga por pensar en Jasper Hale de esa forma la avergonzaron.

Lo mejor que podía hacer era continuar durmiendo, aunque le abrumase tanto haber soñado así.

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El sueño se apoderó de ella en el camino hacia la escuela. Por la mañana se había tomado un café negro cargado como los de su madre para mantenerse despierta, lo cual dejó asombrada a la mayor ya que su hija solía preferir el jugo fresco. Somnolienta, la castaña bostezó en tanto retiraba las llaves del contacto, mentalizándose a que debía mantenerse despierta unas cuantas horas al menos hasta que el receso llegara.

𝐀𝐧𝐝𝐫𝐨𝐦𝐞𝐝𝐚 || Jasper HaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora