F o u r t y s e v e n

13.5K 1.6K 282
                                    

≫ ─────── ≪•◦ ❈ ◦•≫ ─────── ≪

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

≫ ─────── ≪•◦ ❈ ◦•≫ ─────── ≪

Era complicado contenerse lo ansiosa que la ponía escuchar a Angela insistir sobre la cosa extraña que había visto corriendo por el bosque. Gavril sabía disimular muy bien, uniéndose a las bromas y risas del resto de los chicos con naturalidad, mientras que ella debía mostrarle apoyo a su amiga y al mismo tiempo fingir demencia, como si solo hubiese sido un animal raro corriendo por el bosque, pero en realidad, sabía muy bien de qué se trataba.

Las descripciones que había dado le dejaban en claro que a quien había visto era un idiota por no saber ser más cuidadoso con respecto a no ser detectado por los mortales. Imaginaba que los metamorfos se guiaban por los mismos lineamientos que ella, Gavs o incluso los Cullen, el de mantener el secreto. Por lo que contó Angela, le parecía que se trataba del alfa; les parecía así tras haber llegado a la conclusión de que él fue el encargado de encabezar a la manada durante el ataque que tuvieron la primera vez que los interceptaron.

Sí, ocurrió en una segunda ocasión desgraciadamente. Reecee mientras le mostraba los límites en los cuales los Quileute podían actuar, terminó pasándose por un kilómetro. Era hasta cierto punto gracioso y al mismo tiempo no. Que intensos y prepotentes que le parecían; su madre tenía razón al decir que tenían un carácter de mierda.

—Bueno, yo lo vi —concluyó su mejor amiga con decisión en esa ocasión.

Tal vez se equivocaba demasiado al ocultarle una información así a su madre, aunque seguro que estaba más que informada con respecto a ellos. Aún le parecía de lo más extraño que hasta el momento no le hubiese comentado nada. Quizá no quería preocuparla o probablemente se trataba de la confianza que le tenía con que no se metería en problemas. Había sido un milagro poder quitarse de encima el olor a perro mojado, porque seguro que se volvería loca de saber que la atacaron.

En más de una ocasión su madre dejó en claro el desprecio que le causaban, el resentimiento por los actos cometidos en el pasado. La inquietaba mucho y habló de ello en más de una ocasión con Gavril quien lo tomaba de lo más normal. Eran cosas que desgraciadamente sucedían y ocurrían en ese mundo, en su mundo.

Por eso, cuando llegó el día de su cumpleaños un 13 de diciembre del 2008 se sintió de lo más extraña. En verdad quería disfrutarlo, sin embargo, todas esas cosas que pronto cambiaron en los últimos meses causaban un no sé qué de lo más peculiar. Se encontraba emocionada por supuesto, porque la idea de que por la noche tendría un pequeño convivio junto a sus amigos la traía extasiada, pero por otro lado se sentía estresada.

Dios, era tan angustiante el revoltijo de pensamientos que la mortificaban. Era una maraña inmensa que lo único que parecía hacer era crecer, un debate interno de lo más pesado que le quitaba el aliento.

Había tantos pros y contras. La lista de cada columna solo se volvía más y más larga y no tenía la menor idea de qué era correcto hacer. Los últimos dos meses se convirtieron en una locura y para tratar de darse ánimos, solía pensar en esos personajes ficticios que se veían envueltos en decisiones así de difíciles a tan temprana edad, como Susan y Peter Pevensie al abandonar Narnia o como Mia Thermopolis al convertirse en la princesa de Genovia.

𝐀𝐧𝐝𝐫𝐨𝐦𝐞𝐝𝐚 || Jasper HaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora