𝐀 | ⋆.ೃ࿔ Había algo en Forks que lo volvía el lugar ideal para que millones de secretos se ocultaran.
Quizá era la baja población; tal vez era su silencio y los espesos bosques que rodeaban a la pequeña ciudad. A pesar de que existían múltiples teo...
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Por la noche, la confusión la invadió de lleno en tanto se despertaba agitada, con sudor frío escurriéndole por la frente y Jasper aturdido a su lado, quien buscaba tranquilizarla. Respiró agitada, confundida en medio de la penumbra. Los dedos fríos la buscaron, sosteniéndole con cuidado mientras los irises dorados la escudriñaban, intentando leer a través de ella, sin conseguirlo.
Llevaba las mejillas mojadas producto de las lágrimas y el pelo se le pegaba húmedo a la frente. ¿Su corazón seguía en su lugar? Por un instante, creyó que se lo habían arrancado del pecho.
—¿Qué soñaste? —Indagó alarmado, tratando de hacerla espabilar. Le sostuvo el rostro entre las manos, pero ella no lo miraba, sino que miró a todos lados buscando sombras, una figura tan presente que, por un instante, le pareció que quien estaba con ella no era Jasper.
Suspiró y sonrió minúsculamente, a modo de disculpa.
—Con mamá —mintió y medio dijo la verdad; claro que estuvo presente en sus sueños, sin embargo, no fue quien la despertó—; ella me visitaba y me abrazaba, Jazz... pero se sintió tan real.
Y es que su sueño, había sido una pesadilla, intensa y demasiado realista que le permitió sentir en ella misma la agonía de una cercana muerte. No se atrevía a decírselo, al menos, no en ese momento.
Solo la observó en silencio, detallándole las gotitas de sudor que le decoraban la dermis desnuda. No dijo nada, solo asintió conforme y para tranquilizarla, se apresuró a arroparla entre sus brazos, envolviéndola con su cuerpo con firmeza, consolándola de lo que sea que hubiese pasado por su mente y para concluir, le besó la frente, un sello que la hizo solo terminar de mortificarse.
—¿Podemos ver una película? —Indagó ella sobre su pecho, llena de deleite al sentir el contacto de sus pieles desnudas, los músculos de su esposo rodeándola con afecto.
Para él fue imposible no deslizar sus dedos por la curvatura de su espalda, erizándole los poros de su templo por lo delicioso que era el gesto de que la tocase de esa forma.
—Debes descansar —masculló amable, sonriendo meloso a pesar de que no pudiese verlo. Su calor era un abrigo confortante y sin ánimos de presionarla, prefirió aguardar a la mañana para poder conversarlo como debían— has estado muy ocupada últimamente.
—Yo no me canso, soy como tú —susurró con inocencia— podría quedarme despierta contigo.
—Podrías, pero no te dejaré —jugueteó, apretándola con delicadeza— duerme. Lo necesitas.
Y vaya que así era. Las pesadillas no la dejaban tener paz mental y ni hablar de todos esos misterios entorno a los aquelarres y los Santuarios que la traían vuelta loca, preocupada y con terror. Le habían pedido que, por favor, continuara practicando.