E i g h t

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Descubrir que compartía más clases con Jasper Hale resultó mucho más genial de lo que creía. A pesar de que ambos eran muy centrados en sus apuntes y se destacaron muy bien en sus notas, charlaban durante toda la hora riendo en voz baja.

Ahora sabía que venía de Texas y que le gustaba la Historia americana y universal. Por lo visto no le podía comer durante el almuerzo o simplemente llevarse algo a la boca por la mañana porque le hacía daño, pero debía hacerlo y era por eso que solía sentirse mal la mayor parte del tiempo del estómago. Ella le había contado todo lo que le gustaba de Nueva York y ambos concordaron en que sería increíble algún día viajar hasta allá juntos, Andromeda prometiendo ser la mejor guía turística que Jasper pudiese tener.

Los siguientes días incluso Mike había captado la indirecta —¡al fin!— y dejó de insistir e invadir su espacio personal. Jessica y él hicieron las pases —a pesar de que ella aún quería retomar su relación—, así como también salió de fiesta junto a su grupo de amigos hasta Olympia, donde descubrió que no había manera alguna de que le fuese a gustar alguna vez el alcohol.

Debía admitir que Forks había resultado mejor de lo que esperaba, aunque tuviese a veces ese aspecto misterioso de película de terror o suspenso. No se comparaba a Nueva York, por supuesto, donde solía salir cada fin de semana a descubrir edificios y a pintar o leer a Central Park, pero poseía un encanto único en sus vastos bosques, en su clima húmedo y en su pequeño poblado donde todos eran amigos.

Esa mañana del domingo se encontraba sola en casa. Su madre había tenido que salir de urgencia a Florida por un caos que se armó en la cede de aquella ciudad, así que desde el viernes se vio sometida al infortunio de estar en soledad.

Eso al menos le daba el tiempo para asentarse más en casa. Tras colocarse un par de vaqueros gastados, una camiseta tan grande que le lucía como un vestido y un suéter de lana para protegerse del clima gélido, bajó entre brincos a su patio trasero, entusiasmada con la idea de comenzar su jardín.

Debido a las limitaciones del mobiliario, apenas y había podido llevar unas cuantas ramitas de su colección vegetal en Nueva York. Tras haberlas colocado en agua apenas llegó, esperó con paciencia a que les brotaran sus delicadas raíces y ya era hora de plantarlas. Debía empezar de cero pero no le molestaba porque le fascinaba la jardinería. Las plantas le daban una compañía bonita con la cual se distraía en paz.

—Querida Cuarzo —masculló a una mata de rosas al tomarla entre sus manos con inmensa dulzura— lo mejor será que crezcas rápido porque tienes un montón de espacio para rellenar tu solita —vociferó. Había preparado toda una sección a un costado de la casa en el patio trasero. Creyó que allí se vería mejor.

»Peridotita —llamó a otra de abundantes hojas verdes y flores rojas con delicioso perfume— contigo no me preocupo, sé que no eres tan fresa como Cuarzo —farfulló divertida—; no dejes que los árboles te intimiden, ¡también puedes crecer grande y fuerte! Además, te aparté un espacio que sé que te va a encantar.

𝐀𝐧𝐝𝐫𝐨𝐦𝐞𝐝𝐚 || Jasper HaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora