N i n e t e e n

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—¡Swan! —Chilló divertida Andromeda a Bella mientras le llegaba por la espalda. Esta última brincó asustada y estuvo a punto de caer, de no ser por la neoyorquina que le sujetaba con fuerza para que no tocara el suelo— disculpa, no creí que te fueras a caer —masculló avergonzada.

—Sí, solo... no lo hagas de nuevo —pidió con una timidez inmensa propia de ella.

El grupo de amigos notó desde hace días que le costaba adaptarse, pero al menos allí estaba, intentándolo todos los días. Suponía que ser tímido era demasiado difícil en ocasiones, cosa de la cual habló con Angela en varias ocasiones porque le sucedía igual. Solo necesitaba un poquito más de confianza en el ambiente para soltarse imaginaba.

—¿Puedo preguntarte algo? —Indagó la nueva algo intimidada por Andromeda.

No mentiría. Parte de ella se sentía minúscula al lado de esa chica de sonrisa carismática y un brillo de lo más reluciente que la hacía destacar con naturalidad. Era la primera vez que conocía a alguien así; ella junto a la peculiar familia de Alaska la ponían de nervios con tanta perfección junta y eso que no añadía a Gavril Reecee.

Pero era amable y eso le daba más tranquilidad y seguridad. A diferencia del resto, la energía que le compartía la neoyorquina le gustaba.

—Eres amiga de los Cullen, ¿no? —Curioseó.

—Amigos... es una palabra fuerte, pero los conozco. ¿Qué sucede?

—De casualidad, ¿sabes algo sobre... sobre Edward?

Andy sonrió con picardía, mientras que a Bella las mejillas se le encendían con velocidad. Su dermis era tan blanca que no pudo hacer nada para ocultar ese tono de rojizo que le tiñó el rostro. Lucía avergonzada, cosa que a Athenas le pareció la cosa más adorable y solo se limitó a encogerse de hombros como respuesta.

—La verdad, no tengo idea —sinceró con una mueca juguetona— pero si quieres, podría preguntarle a uno de ellos. ¡Mira! Están allí en su estacionamiento. Deja les pregunto.

—¡No, no hace falta! —Chilló alterada, nerviosa y algo asustada cuando el grupo de hermanos se giró a mirarlas con curiosidad por un instante. Se ocultó tras sus cabellos, abochornada, en tanto mayor soltaba risitas encantadoras— solo era por si escuchaste algo.

—Nop, lo siento. ¿Quieres que te acompañe a clase?

El lunes por la mañana, ver la pelusita de los pequeños copos al caer del cielo y el vaho que se formaba al suspirar, le hizo sentirse emocionada por otra posible guerra de bolas de nieve; se alistó veloz, cuidadosa y hábil. Por mera suerte no se tropezó en tanto se arreglaba.

Colocándose unas zapatillas deportivas altas blancas, gruesos pantalones de mezclilla y una blusa de manga larga lo suficientemente calientita en color negro, brincó los escalones de su casa con alegría, cargando con el suéter que se pondría para no morir de frío.

𝐀𝐧𝐝𝐫𝐨𝐦𝐞𝐝𝐚 || Jasper HaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora