T w e n t y f o u r

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Estar sola en casa al menos por ese día, resultó caótico y estresante. Las cuatro paredes de su hogar jamás se habían sentido tan extrañas, tan perturbadas. Trató de mantenerse distraída haciendo tarea con el televisor encendido reproduciendo a Los padrinos mágicos, sin embargo, poco le ayudó a dejar de darle vueltas a lo acontecido por la mañana con Bella Swan y lo que tal parecía esa chica sabía con respecto a la enigmática y misteriosa familia Cullen.

Debía parar. No podía seguir formulando preguntas que no debían tener respuesta cuando eso era algo completamente ajena a ella. Su lado racional le repetía que no era algo en lo cual meterse, mientras que la curiosidad solo hacía de las suyas, poniéndola a repetirse todas esas cosas que aquella chica mencionó.

Oh, Dios. Jasper.

Estaba cien por ciento segura de que era un juego, no existía ninguna otra explicación para ello. O al menos así lo creyó cuando después de unas horas llamaron a su puerta. Con el ceño arrugado, caminó hasta la entrada, inquieta, al mismo tiempo en que maldecía al encontrarse vestida con su pijama.

—Ay no.

—Debemos hablar —dijo con dureza.

Seguro que lo invocó. Tanto pensar en él al fin hizo de las suyas.

—Ahora no es el momento, ¡adiós! —Exclamó, cerrándole la puerta de un portazo no intencionado.

El tenerlo allí frente a su hogar tenía una sola explicación que le llevaba rondando por la cabeza con euforia a lo que se negaba rotundamente a continuar dándole tanta importancia, además, seguro que era una mentira, una vil y muy alocada, fuera por entero de lo normal. El verlo allí no era bueno, no cuando se mostró así de severo, luciendo apuesto pero severo.

Huyó despavorida a su sala de estar, inquieta porque una partecita de ella decía que volviese a abrir, sin embargo, también la idea de quedarse en el sofá echada le brindaría paz y calma y se olvidaría por completo del tema relacionado de vampiros que al parecer se estaban esforzando en sacarle a relucir.

Esa mañana, lo menos en lo que iba a siquiera considerar es que los Cullen fueran... vampiros. ¡Debía ser broma!

Tal vez, si corría a su cama y se metía bajo el edredón estaría a salvo.

—Sé que lo sabes —dijo él de pronto apareciendo en su estancia, parándose delante de ella con el mismo gesto serio y preocupado que llevaba en la escuela, con su voz oyéndose más profunda de lo normal.

Andromeda abrió la boca, aterrada, dispuesta a reprochar, ¿qué hacía él allí?

—¿Cómo entraste a mí casa? ¿Sabes que esto es invasión a propiedad privada? ¡Mi mamá es abogada! —Exclamó en un agudo chillido, todo al mismo tiempo, asustada por lo que él diría.

𝐀𝐧𝐝𝐫𝐨𝐦𝐞𝐝𝐚 || Jasper HaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora