𝐀 | ⋆.ೃ࿔ Había algo en Forks que lo volvía el lugar ideal para que millones de secretos se ocultaran.
Quizá era la baja población; tal vez era su silencio y los espesos bosques que rodeaban a la pequeña ciudad. A pesar de que existían múltiples teo...
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Pintar nunca se había vuelto un pasatiempo tan constante como ahora que poseía su propio estudio. Quizá era porque en la residencia Athenas debía ir de aquí para allá con su caballete y todo el material que requería para hacerlo, lo cual complicaba un poco hacerlo con facilidad considerando que debía organizar su tiempo para hacer tareas, alguno que otro quehacer o alguna salida con sus amigos o Jasper.
Ahora que tenía la oportunidad, no la desaprovechó en lo absoluto. Le gustaba ese rinconcito de inspiración pensado estratégicamente para ella. La mantenía con la mente flotando y sin duda su técnica era mejor que antes; experimentar con los montones de colores y materiales a su disposición le permitía encontrar una faceta de su arte que no conocía.
Le había perdido el miedo a usar los dedos como pinceles, a mancharse por descuidada y a hacer un desastre en el suelo. Ella era ordenada, pero cuando se trataba de pintar o incluso dibujar, era un verdadero caos.
La primera vez que se halló hecha ese torbellino de carboncillo en las manos se mostró avergonzada. Parecía una niña regañada cuando Jasper entró al estudio y la encontró despeinada y llena de manchas negras en las mejillas, los brazos y piernas, sin contar sus dedos entiznados de hollín.
—Y-yo puedo explicarlo —masculló apenada bajo su divertida mirada. Jazz se rio al verla tan tímida, intentando buscarle una excusa a su descuido— dibujar es más difícil de lo que parece.
—Lo sé —dijo él de lo más simpático, tomando sus manos sin ningún inconveniente de terminar igual de sucio que ella— no esperaba menos. No sé qué te causa vergüenza cuando los dos sabemos que yo podría terminar peor.
—Se supone que ya debería estar lista —susurró.
Conforme a lo acordado, irían a cenar al Carver Café solo por los viejos tiempos. Andromeda se moría de ganas de ir a charlar con Cora y Charlie Swan o de simplemente comer esa comida tan sabrosa y hogareña que preparaban en aquel restaurant; además, sería la primera vez que iría con Jazz y le entusiasmaba la idea de que la acompañara a uno de sus lugares favoritos.
Eso a él no le molestó en lo absoluto. Se echó a reír y diciendo que no habría problema alguno con que se les hiciera un poco más tarde, preparó la bañera incluso con sales para ayudarla. La mimaba de la misma manera en la que se trata a una deidad, lo cual la ponía chiflada y a sentir ese aleteo inmenso en el estómago que le provocaba estallidos en el corazón. Cada acto que él hacía era como un efecto domino; una reacción llevaba a otra y otra y otra, una cadena de sentires que la conducían a reírse como boba.
Le lavó las manos con soltura mientras ella le contaba sobre la ocasión en que Tyler y Eric se pusieron a cantar a todo volumen en el lugar, lo que fue todo un entretenimiento para los comensales y que se ganaran un smoothie cada uno. El resto del grupo tenía la impresión de que se los regalaron para que se callaran.