Capítulo 125: La Navidad Termina.

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Cuando era niño, Stan amaba la navidad como todo niño y al igual que cualquier otro chico de su edad, le encantaba todo lo que ella implicaba, desde la limpieza de los adornos para la decoración hasta abrir los regalos.

Al pensar en la navidad, la imagen de un árbol decorado con muchos regalos debajo llega a la cabeza de las personas, también la de una familia riendo y gozando de la compañía de los demás mientras se disfruta de una deliciosa cena.

Por muchos años, Stan pensaba en una escena así cuando pensaba en la navidad, pero en ese entonces era solo un niño ajeno a muchas cuestiones. Ignoraba muchas cosas que pasaban a su alrededor y una vez que creció lo suficiente para comenzar a notarlas, su idea de navidad cambió.

Al principio el chico veía a su familia como una de tantas que disfrutaba de una deliciosa cena preparada por su madre, pero luego se dio que la realidad era muy distinta.

La cena que comían sí era preparada por su madre, pero ella no cocinaba con alegría y entusiasmo, lo hacía con cansancio y enfado porque su padre nuevamente había sacado la idea de la reunión de un momento a otro y nuevamente había roto la promesa de no invitar a su hermano.

Cuando estaban en la mesa no les servía con una gran y enorme sonrisa, lo hacía con un remarcado ceño fruncido.

El brindis y las palabras de aliento para agradecer por la comida no eran dichas por su padre con cariño y elegancia, ni siquiera llegaban a ser un discurso pues el hombre solo llegaba a balbucear un par de cosas al ya estar muy ebrio.

Sus noches no terminaban con todos reunidos en la sala viendo televisión o compartiendo momentos, no, solo eran su padre y su tío viendo algún partido mientras seguían bebiendo en compañía del abuelo mientras su madre, ya más que enfadada, mandaba todo al demonio y se iba a su habitación.

¿Qué pasaba con su hermana y con él?

Cuando era niño pensaba que sus padres le permitían tener un maratón de películas en su habitación sin hora fija para dormir e impidiendo que su hermana le molestara como siempre, pero al crecer supo que en realidad solo le enviaban a su habitación porque no había nada más que hacer y que su hermana no le fastidiaba porque ella estaba tan harta y cansada como su madre.

Fueron muchas cosas las que Stanley Marsh empezó a reconocer y una de ellas era que nada cambiaría.

No importaba cuán harta estuviera su madre, no dejaría a su padre ni dejaría de creer que la próxima vez sería diferente, no importaba que tan despreocupado fuese su padre siempre actuaría de manera entusiasta creyendo que tenía una gran familia y que era un buen padre.

Todo siempre se repetiría. Una y otra vez.

Y él odiaba eso.

Odiaba que las cosas se repitieran, odiaba que todo sucediera y que nadie aprendiera de las experiencias. Odiaba que todos siguieran actuando como si nada por el simple hecho de ser familia.

Lo detestaba.

- Stan ¿A qué hora vas a bajar? Todos estamos en la mesa -.

Sharon Marsh entró a la habitación de su hijo tras esperar por mucho tiempo que el joven bajara al primer piso para llevar acabo la cena navideña.

Stanley, quien descansaba en su cama recostado de espaldas con los brazos detrás de la cabeza, frunció el ceño y no respondió.

- ¿Y bien? Te estamos esperando -.

- No tengo hambre -.

- No seas tonto, no has comido nada desde la tarde, vamos - Sharon se cruzó de brazos y recargó la espalda contra la puerta. - Date prisa -.

Lo Que Elegí - South ParkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora