Prólogo

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Eleonor Carswell

Me encantaban las historias de amor, de verdad.

Me gustaba escucharlas, leerlas, verlas y suspirar por ellas, pero que se quedaran ahí, a la expectativa y muy, muy lejos de mí.

¿Por qué? Por qué los hombres eran un gusto momentáneo que me podía permitir, pero que no tenían ningún significado.

— ... Entonces salté de ese edificio solo con el guante y la cuerda.— Levantó sus manos abiertas y expresó su emoción.— Para cuando recuerdo ya estaba en el suelo y acababa de lograr...— Lo imposible, si, si, me sabía la historia, la había visto a través de un video de cámara de vigilancia que consiguió mi hermano antes de venir aquí y no era tan bueno.

Mi segundo hermano mayor había hecho cosas más impresionantes medio ebrio y sin querer trabajar más que eso.

Estaba aburrida, pero en vez de bostezar como debería hice una expresión de asombro y luego me cubrí los labios.

— Oh, pero, ¡Que impresionante! ¿Y no sentiste miedo? — Me tomé el cabello y comencé a jugar con él. Liam Jones sonrió, bajando su mirada a mis labios con lo que creí el pensaba era un gesto atractivo, pero solo se veía estúpido, logrando que viera lo que pensaba detrás de esa mirada: llevarme a su cama.

— Claro que no, es a lo que me dedico.— Dijo, presumiendo su puesto en narcóticos. No hay nada más elevado que el ego de un tipo de narcóticos... y eran los que solían morirse más.

Incrementé mi sonrisa.

— Impresionante.— Lo mucho que podías llegar a aburrirme, bruto.

Miré a mi alrededor en el bar, sosteniendo mi vaso y girándolo para que el líquido ámbar se elevara por el material cristalino con cuadrantes en la parte inferior del recipiente bajo de alcohol. Iluminación baja, lámpara de luces anaranjadas, paredes de madera en forma de tablones unidos, olor a humo de tabaco, sonidos de diversas conversaciones con dos grupos de tres en sillas lejanas, tres de cuatro en zonas medias, un grupo grande de siete personas en la esquina cercanas al cuadro de los perros jugando poker y... mi mano se detuvo.

Dante Diávolo estaba en una esquina de la barra, con un cigarro en la mano sin encender y su penetrante mirada seria y oscura estaba sobre mí.

Levanté la barbilla hacía él, inquisitiva por la razón de su aparición y pasando de largo el hecho de que había entrado en algún punto de mi conversación sin que yo lo notara y lo situara para mantener mi seguridad.

El nivel de los gemelos Diavolo para pasar desapercibidos era demasiado bueno, pero, era de esperar, dadas sus inclinaciones y su conexión a la mafia italiana.

Volví mi atención hacía Liam con el sonido del shaker del bartender a cuatro pasos y la barra de distancia, más cerca de lo que había estado cuando estaba atenta a mi bebida. Sonreí de lado y miré mi licor con el nivel lo suficientemente bajo como para no darme cuenta incluso si alguien había deslizado algo dentro, pero estaba casi al cien por ciento segura de que el supuesto caballero que me acompañaba lo había hecho.

Era conocido por hacerlo.

Si estaba Dante aquí, seguro su hermano tampoco estaba muy lejos.

— Eres una mujer muy hermosa, Eleonor.— Liam dijo de pronto, levantando su mano hacía mi y llevando su dedo a mi mejilla volviendo su voz más grave a propósito. Parpadeé como si cayera en su trampa y bajé un poco la mirada con supuesta timidez, pero ya estaba cansada del juego.

¿Qué hacer? ¿Me jugaba la carta de la damisela en apuros? Levanté el vaso y lo llevé a mis labios y alcancé a tomar un sorbo, pero me detuve un momento después, cuando vi a Alvize Diavolo detrás de Liam y él no era tan discreto como su hermano mayor.

Misión: Rescate. Contratiempos: Elegir. (IV libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora