Capítulo 2: ¿Eres del tipo controlador?

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¿Era aquí?

Miré la dirección de la tarjeta en mi mano y después levanté la cabeza para poner mi atención en las puertas de cristal que estaban frente a mi, mismas que estaban semi abiertas como si me invitaran a entrar.

Ya había tocado el timbre dos veces, pero nadie había respondido.

Cuando accedí a conocer a Anubis para convertirme en su sumisa, él me explicó que no le gustaba la idea de mostrar su identidad a sus sumisas y esa fue la primera condición que negociamos, en la que yo accedía a no verlo durante nuestros encuentros y que el lugar en el que se realizaran las reuniones fueran exclusivamente en su propiedad.

Esa idea de misterio y secretos que lo rodeaban levantaban mi curiosidad, pero al mismo tiempo me parecía fascinante, por lo que a pesar de que tomé mis precauciones trayendo conmigo a mi equipo de seguridad que esperaría afuera, aún así obedecí con sus instrucciones.

Su nombre, su voz y su presencia me atraían a él como una polilla a la luz, como una presa que esperaba ser cazada y ese sentimiento que odié cuando era vulnerable y estaba a merced del más poderoso, ahora me estaba comenzando a parecer dulce.

¿Era por qué él me daba una entera sensación de seguridad?

Solo lo había conocido una vez, pero... liberé el aire de mis pulmones con lentitud temblorosa y empujé la puerta con mi bastón para caminar dentro.

El pasillo de recepción al entrar tenía una lámpara de techo que colgaba con una estructura similar a un caracol, enrollándose hasta la fuente de luz. El suelo tenía cuadrados blancos y negros que asimilaban a una partida de ajedrez y sobre un costado estaba una mesita alta de cristal que tenía un pedazo de tela y una nota.

Me acerqué y la tomé, leyendo las delgadas y ordenadas palabras en el papel.

"Por favor, ponga la tela sobre sus ojos y cuente hasta diez".

Presioné mis labios con una pequeña sonrisa cuando sentí un pequeño cosquilleo en mi abdomen bajo por la primera orden que no sonaba en absoluto como una y obedecí, cubriendo mi vista con la tela negra y colocando después mis manos sobre el bastón.

—Uno, dos, tres, cuatro...— Escuché pasos que se aproximaban.—Cinco, seis, siete...

—Buenas noches, Andras.— Él dijo con voz suave y baja cerca de mí, tan cerca que sentí su aliento sobre mi oreja y perdí el aliento preguntandome cómo había llegado tan rápido hasta mí.

Tragué.

—Buenas noches, Anubis.— Dije con un ligero temblor al final de mi oración.

—¿Puedo tocarla? — Él preguntó y cuando yo separé los labios, él agregó.— Para guiarla a la sala.

—Ah, si, por supuesto.— Dije un poco abochornada por haber pensado en otras cosas mucho menos aceptables.

Él tomó mi mano y con eso pude notar que de nuevo estaba usando guantes porque sentí la tela de ellos rozar con mi piel al guiarme por su residencia. Di un total de veinte pasos con un giro a la derecha y después él me condujo hacía un sofá que era blando y que olía ligeramente a bosque fresco después de una llovizna.

Cuando él me soltó me sentí decepcionada por segunda ocasión en la noche, sabiendo que la primera fue porque no pude sentir su piel cuando me tomó de la mano.

Tocarlo se me estaba prohibiendo y eso me estaba comenzando a crispar los nervios.

Cuando había sido domina no había sentido nunca la expectación de la espera más que la que me provocaba yo misma y sabía que eventualmente sería recompensaba, porque yo lo controlaba todo, pero en esta ocasión... no sabía cómo sentirme ante el primer retazo de un sentimiento de privación que me hacía sentir irritada como a un niño que le niegan los dulces.

Misión: Rescate. Contratiempos: Elegir. (IV libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora