12 de Junio del 2040
Hoy es un buen día para celebrar.
Iridiana había terminado su primera asignación sin mi supervisión. Le había demostrado al equipo las razones por las que tendría el mando si algo llegara a pasarme. Estaba orgulloso de ella.
Había sentido que todo parecía según lo establecido, que no habría nada que enturbiara esa sensación.
Era un buen día para celebrar hasta que mi médico me llamó y obtuve una explicación a mi constante agotamiento.
No sabía cómo sentirme al respecto.
Incluso ahora, permanezco con la punta de la pluma en el papel preguntándome qué se supone debería sentir ante un diagnóstico de cáncer.
Parecía que estaba a tiempo.
Había probabilidades de que saliera bien, pero también muchas de que saliera mal.
No me gustaban las variables impredecibles en mi vida. Esta era una de esas, pero aún así morir no era una opción.
No ahora.
No cuando había encontrado una cosa por la cual luchar.
Tenía una promesa que cumplir.
Y Milenka... Milenka...
Esto no cambiaba nada.
***
Giré la página, pero ya no había más.
Solté un suspiro y levanté la mirada al cielo, escuchando algunas gaviotas volar, buscando su comida y cazando con el sol pegando en sus plumas. Estaba despejado, el sol en el centro, marcando el mediodía, entrando al clímax de calor que podía ofrecer el día.
Bajé el diario de Erik, la parte que me había sido enviada este año y miré el horizonte por algunos minutos. Manteniendo la vista en el movimiento calmo de las ondas de agua chocar con el casco del barco, mostrándose en su tranquilidad y profundidad que escondía todo tipo de vida andando por debajo.
La primera vez que había venido a pasar el aniversario de la muerte de Erik en el mar, había encontrado una carta y un pequeño libro, un diario de Erik a sus quince años que había tenido el contenido de dos meses de su vida. El segundo año fueron los siguientes dos meses y este año fue mayo y junio, poco antes de sus dieciséis años.
A través de las páginas podía volver a acceder a él, reír con sus anécdotas o llorar con ellas. Él me hacía partícipe de cosas que nunca me había contado de su pasado y eso era muy valioso para mi y al mismo tiempo me ayudaba a calmar la ansiedad de saber que no volvería a verlo. Con eso, Erik se aseguraba de que tuviera una parte de él cada año. Y en sus cartas me preguntaba cosas de mi vida, sobre Aasiya, sobre sus hermanos y yo le contaba al agua como si él me estuviera escuchando.
Era la semana más feliz y dolorosa que tenía al año, pero era un proceso y me mantenía expectante a vivir un año más por recibir un libro y una carta más.
Podía ser fuerte durante casi todo el año, pero estos días eran mi momento para revolcarme en mi dolor e incluso Aren se abstuvo de molestarme sobre cualquier asunto en estos días.
Pero ya era el momento de volver.
Había dejado un asunto muy importante entre manos antes de partir e imaginaba que las niñas me estarían extrañando.
Extendí la órden para volver a tierra y volví al camarote para cambiar mi ropa de luto por un vestido color azul celeste, zapatos de piso blancos y recogerme el cabello en una media cola. Guardé el nuevo diario y la carta de Erik en el baúl de su barco con llave y después la colgué en mi cuello. Esperé por un corto periodo de tiempo, pasando mis manos por las sábanas de la cama a la que no volvería hasta el siguiente año. Era un sentimiento de despedida en cada ocasión, pero cada año era un poco menos difícil
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Misión: Rescate. Contratiempos: Elegir. (IV libro)
RomanceLe habían dicho a la reina Ostergaard que la soñaron en una isla en medio de una elección entre un tiburón y un ave, pero, ¡No pensó que sería literal en una isla! Milenka Ahmad había elegido a Erik Ostergaard después de que las cosas salieran muy m...