Especial: ¿Un año, dos, tres o cuatro?

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Especial Eleonor

El lado positivo de estar obligada a hacer papeleo era que podía ir a la oficina de mi madre para tomar café en mis tiempos libres. Y esta mañana, cuando quise pasar a través de la puerta de cristal opaco, su secretaria se puso de pie y me hizo señas para que me detuviera. La miré con expresión confusa y ella siguió haciéndome señas.

¿Pasaba algo importante? Sus movimientos solo me intrigaron aún más y en vez de acercarme a ella como pretendía, me pegué a la puerta con más ganas de saber y cuando se acercó, levanté mi mano para detenerla. Ya me había avisado, ahora debía soportar que iniciara mis habilidades de espionaje en la oficina de mi madre.

Me recogí el cabello que caía sobre mi rostro para ponerlo detrás de mi oreja y me concentré en la vibración de voz que pasaba a través del pequeño espacio que hice para poder escuchar con más claridad.

— No me pasa nada, madre.— Era la voz de Conrad.

— Algo te obsesiona, Conrad.— Mamá dijo.— Y no voy a seguir aceptando evasivas. Te hirieron porque no puedes concentrarte.

— No, me hirieron porque no soy Mikhail, madre.— Conrad respondió.— Sabes que no soy el que mejor se desempeña en el campo.

— No sueles atacarte a ti mismo así, ¿Qué pasa contigo? — Mi madre preguntó.— Tu comportamiento últimamente...

— ¿Te desagrada? — Conrad la interrumpió. Fruncí el ceño. Conrad nunca la interrumpía, ¿Qué pasaba con él? — ¿Mi comportamiento te molesta?

Mi madre guardó silencio por al menos cuatro segundos antes de volver a hablar.

— No fue tu culpa.— Mi madre dijo.— Nadie lo sabía. Si Erik no quería que se enteraran, entonc...

—Lo sabia.— Conrad dijo.— Lo sabía, madre. Me enteré cuando le dieron su primer diagnóstico, pero pensé que no recaería, pensé que no...— La voz de mi hermano tembló.— Sé qué no es mi culpa, pero también que no pude hacer nada, que dentro de mis propias limitaciones me he visto superado por todo, que a pesar de que trataba de seguirle el paso a mi primo, nunca pude acercarme lo suficiente a la mitad de lo que era. También tengo miedo de que todo esto, lo que mi padre espera de mi, sea demasiado para que pueda manejarlo y defraudarlo. Es cierto que no soy el más capaz de tus hijos y que por eso te preocupas por mí, porque soy raro, porque no tomo las decisiones más previsibles y porque tengo más probabilidades de perder la vida que Eleonor o Mikhail. Lo sé, así que por favor detén esto y permíteme continuar con mis actividades.

Escuché un movimiento, los pasos de Conrad acercándose, pero mi madre lo detuvo.

— No creo eso.— Mamá dijo.— Eres diferente, Conrad, pero siempre he confiado en tus decisiones. Creo, cariño, que eres especial y sé que te preocupas por tus hermanos, sé sobre tus problemas con el control, sé sobre los de Mikhail con querer dominar sus emociones siempre por encima de toda lógica y sobre Eleonor y su miedo por ser vulnerable. Lo sé todo de ustedes, pero también por eso elijo dejarlos aprender de ello. No es una carrera, Conrad. No espero, ni tu padre, que ustedes se encarguen de nuestro trabajo. Ni tampoco espero que compitas contra tus hermanos o asumas su cuidado, ese es mi deber. Como tu madre, al menos dame ese respeto.

Me incorporé.

¿Y luego mi padre se preguntaba por qué mis ideas siempre eran tan firmes? Mi madre era simplemente superior.

—¿Qué estás haciendo? — Salté y me giré hacía Mikhail, quién estaba detrás de mí.

— Estaba a punto de entrar.— Mentí.

— Pues hazlo.— Dijo, pasando a mi lado y empujando las puertas. Levanté la mano como si pudiera golpearlo y luego pasé detrás de él, para cuando lo hice Conrad y mi madre ya estaban separados y ella nos sonreía.

Misión: Rescate. Contratiempos: Elegir. (IV libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora