Especial: En la guerra y en el amor.

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Magnus Ostergaard.

—Estoy escuchando.— La voz de mi padre no era fuerte, no eran gritos y no era violenta, pero aún así me estremecí con mis manos arrugando mi camisa. Apretándola con fuerza y moviéndola entre mis manos.

Ya no quería estar aquí, no quería estar aquí, no quería estar aquí...

Mi padre me miraba como a nada, como si no debiera existir y yo comenzaba a creerlo. Lloré, todavía retorciendo mi ropa y con las piernas juntas y dobladas en el suelo.

—L-lo s-siento.— Tartamudeé.

— ¿Eres consciente de qué eres un príncipe? — Mi padre preguntó.— Dime, Magnus, ¿Quién soy?

— S-su m-majestad.— Bajé más la cabeza. No era mi padre, era el rey y yo un príncipe. Eso era todo.— L- lo siento.

— ¿Me sirven tus disculpas, Magnus?, ¿Qué puedo hacer con ellas? Explícame.Un sollozo quiso escaparse de mi cuerpo, pero me mordí el labio, no queriendo decepcionarlo más con mi presencia de lo que ya estaba haciendo. Quería ser polvo, quería ser nada para dejar de sentir la mirada de mi padre en mí.

La puerta se abrió y los pasos que siguieron se detuvieron a mi lado. Mi hermano se inclinó hacía mi padre y luego se terminó de acercar al escritorio, dejando documentos frente a él.

—¿Qué es esto? — El rey preguntó.

— Son fotos tomadas de las cámaras de vigilancia de las regaderas del instituto. Tomaré la responsabilidad por no haber previsto esta situación. Dejemos el asunto aquí.—Uno, dos, tres, cuatro segundos duró el silencio después de las palabras de Erik hacía nuestro padre.

— Nada bueno saldrá si sigues cubriendo a tus hermanos, vas a convertirlos en unos inútiles dependientes, Erik.— El rey dijo.

— Ya lo he dicho, su majestad. Puede hacer lo que quiera conmigo, pero deje a mis hermanos en paz.— Erik dijo.— No me haga pensar en hablar con nuestra madre.

— ¿Me estás amenazando? — Mi padre preguntó con un tono opresivo, traté de hacerme más pequeño, pero Erik no retrocedió.

—No me atrevería.— Erik se inclinó de nuevo.— Me retiro, su majestad.—Mi hermano se dio la vuelta y me tomó por el brazo, levantándome y poniéndome enfrente de él para cubrirme de la vista de nuestro padre.

—Te veo en la sala de entrenamiento, Erik.— Klaus Ostergard dijo. La mano de mi hermano mayor se puso tensa sobre mi brazo y presionó con más fuerza mi piel.

—Enterado.— Respondió conduciendome fuera, hacía los pasillos. Llevé la cabeza baja en todo momento hasta que Erik abrió la puerta de mi habitación y me llevó dentro. Entonces me di la vuelta y lo abracé con fuerza, temblando en sus brazos.

Erik puso su mano en mi cabeza cuando comencé a llorar contra él.

—Ya está.— Dijo con el tono suave con el que siempre me hablaba.— Yo me encargaré de todo. Ellos no volverán a molestarte.

Lloré con más fuerza, mi cuerpo temblando y mis nervios colapsados, pero Erik no me soltó, manteniéndome contra él hasta que me calmé. Hasta que su olor limpio se convirtió en mi único lugar seguro.

***

Sabía que era una mala idea buscar a Kenzo Itō.

Inhalé el aroma a marihuana que se colaba por la ventilación de la habitación y luego me moví hacía la ventana a prueba de balas, completamente sellada y de una sola vista hacía el exterior. Nadie podría saber que yo estaba aquí y nadie podría sacarme de esta situación en la que me había puesto a mí mismo.

Misión: Rescate. Contratiempos: Elegir. (IV libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora