Danielle Moore
—Levántate.— Ordenó. Me miraba hacía abajo, él alto e indiferente y yo abajo sin poder moverme, mi nariz sangrando y mi mano encima de ella.
—No puedo.— Jadeé. Me dolía cada músculo de mi cuerpo, ya no podía, ya no podía... Apreté la mandíbula, forzando a que el dolor de la presión continua me hiciera sentir menos miserable, retrocediendo un paso de llorar frente a él.
— Levántate.— Repitió. Negué. Él dio un paso cerca de mí, su zapato cerca de mi otra mano extendida en el suelo, cerca de hacerme daño, mostrandome que podría hacerlo si solo pisara un poco más adelante.— ¿No quieres vivir? ¿No me pediste que te ayudara? ¿Por qué ahora haces algo tan inútil cómo llorar y decir que no puedes?
—Yo...— Pegué mi rostro contra el suelo.— Ya no puedo. Por favor, que esto termine.
Escuché cómo un cartucho se cargaba en la recamara de su arma, sabía que me estaba apuntando y temblé.
—Entonces haré que esto terminé para ti, te daré paz, Iridiana.— Él dijo.— Y después les quitaré a tus hermanos menores los mismos pesares. Me aseguraré de que descansen de la crueldad de la vida.
Me estremecí.
Era cierto.
Esto lo estaba haciendo por mis hermanos, todo lo que era, todo lo que me mantuvo de pie desde que mi vida se volvió una mierda fueron mis hermanos. Si renunciaba ahora no solo pagaría con mi vida, pagaría con la de ellos, porque yo era la única que podía protegerlos, que podía ofrecerles un futuro que valiera la pena.
Miré sus zapatos desde mi posición y mi sangre cayó en ellos, aún, él no retrocedió. Su presencia que me cubría como una pesada carpa sobre mis hombros y que me exigía sacar hasta lo último de mi alma para convertirme en parte de su equipo, su subordinada y su sombra. Le debía la vida al hombre frente a mí y al mismo tiempo mucho más que eso.
Me debía a mí misma a él, a la única figura de protección que había conocido en toda mi vida. Mi situación actual también era mi pedido personal, todo esto... las lágrimas cedieron y cayeron.
Puse fuerza en mis manos sobre el suelo e impulsé mi cuerpo hacía arriba, primero de rodillas y después puse un pie y luego otro en la superficie para levantarme, me tambaleé enfrentándolo, la ropa mojada se adhería a mi cuerpo, mi cabello a mi cuello y mis mejillas, aún así mi visión fue clara, viendo la oscuridad en sus pupilas tan vivas.
—De pie.— Él puso el cañón de su arma en mi barbilla.— De pie quiero verte siempre, Iridiana. Hasta el final.
—¿Estoy más cerca de ser tu sombra? — Susurré. ¿Estaba más cerca de ser su familia? ¿De ser su protegida? ¿De volverme importante en su vida?
—Más que una sombra.— Él dijo.— Mi igual.
***
Era interesante.
Pasé mis dedos por las notas escritas con diversos colores en las hojas frente a mí, en su mayoría eran libros y garabatos desordenados que se salían de sus alineaciones. Todo un caos, pero apostaba que él se entendía en todo esto.
Estaba tardando.
Eran las tres y media de la mañana y el niño todavía no volvía a dormir sus ocho horas diarias... me recargue en su escritorio y coloqué mis dedos sobre mis labios, escondiendo una sonrisa. Me sentía ridículamente contenta por esperarlo en una situación así.
Tik tak, tik tak... el tiempo corría. Tiempo que no debería estar desperdiciando aquí, pero aún así lo estaba haciendo. Tenía tanto o el mismo derecho que Maxim en molestar a los Ostergaard y ya me estaba cansando de recordar mi pasado en la penumbra de su habitación.
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Misión: Rescate. Contratiempos: Elegir. (IV libro)
RomanceLe habían dicho a la reina Ostergaard que la soñaron en una isla en medio de una elección entre un tiburón y un ave, pero, ¡No pensó que sería literal en una isla! Milenka Ahmad había elegido a Erik Ostergaard después de que las cosas salieran muy m...