Especial: Matenlos.

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Viveke Ostergaard

Sus dedos golpearon la colilla del cigarro y tumbaron la ceniza sobre el pequeño objeto plano destinado para ello y en el que ya había al menos dos restos de otros dos cigarros sobre él.

Retorcí mis manos juntas. Me había enfrentado a la novia de Mikhail y ella no había negado ninguna de mis acusaciones, sólo se había reído y después me había exigido dinero para salir de su vida.

Mi padre no accedió a mi petición por el dinero, diciéndome que abandonara la idea de estar con Mikhail. Fue la primera vez en mi vida que me negaba algo, pero yo no podía quedarme quieta.

Necesitaba sacar a esa mujer de su vida.

Recibí a los dos días de estar buscando como conseguir el dinero una tarjeta negra que indicaba una dirección. Sabía que no podía ser confiable, pero también que estaba desesperada por el dinero. Le daría mis joyas y le pagaría regularmente, esa fue mi idea antes de enfrentarme cara a cara con el dueño de la tarjeta.

No sabía su nombre, solo que había escuchado a los hombres que me habían traído hasta aquí hablar en un ruso fluido y nativo. Me sentía intimidada, pero no era diferente a toda interacción social que me hacía sentir nauseosa y con deseos de esconderme. El humo del cigarro molestaba mis narinas, pero después de inhalar una docena de veces terminé acostumbrándome.

Él me estaba viendo desde que entré.

Su mirada era tan pesada como la de mi padre cuando interrogaba a mis hermanos después de que se equivocaran en algo. La tensión se construyó en mi cuerpo al ser receptiva de ese tipo de análisis y que me hacía sentir como criminal culpable en espera de una sentencia.

Respiré diez veces más y él no preguntó el motivo por el que estaba aquí o quién era.

¿Debía hacerlo yo?

Este hombre... miré los gemelos de esperalda romboide en las mangas de su camisa blanca y luego subí mi atención hacía el saco negro liso que llevaba puesto, pegandose a su cuerpo exactamente a su medida y proporciones. Era caro, podía ver el patrón de cierto diseñador famoso en la ropa que llevaba.

Presioné mis labios, sintiendo que mi nerviosismo aumentaba y después repasé lo que diría en mi cabeza al menos dos veces antes de hablar.

—Mi nombre es...

—Viveke Ostergaard.— Él me interrumpió, hablando por primera vez desde que entré. Su voz era profunda y seca, libre de cualquier emoción.— No me hagas perder el tiempo con presentaciones innecesarias y dime cuanto dinero necesitas.

— Siete millones de euros.— Dije.— Puedo pagarlo en seis meses, si me presta el dinero y sobre los intereses...

—Puedes pagarlo en cinco sin intereses.— Maxim Kozlov dijo, soltando el cigarrillo en el cenicero y luego colocando sus largos dedos en una tablet y deslizandola por la superficie del escritorio de caoba hasta mi.— Si accedes a mis condiciones.

Tomé el aparato electrónico y comencé a leer el contrato expuesto hacía mi y luego lo bajé con las manos temblorosas.

— ¿Esclavitud? — Susurré sin comprender del todo a lo que él se refería.

— Solo tienes que obedecer, nada complicado, princesa.— Él dijo tomando otro cigarrillo y encendiéndolo.-- Por el tiempo que dure tu deuda, esa será la garantía para no colocar intereses en el préstamo.

Me mordí el labio.

—¿Obedecer? ¿Cómo cuando mis hermanos me dicen que vaya a dormir temprano? — Pregunté.

Misión: Rescate. Contratiempos: Elegir. (IV libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora