Especial: Es molesto.

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Viveke Ostergaard

Había llamado al número en la tarjeta de presentación.

Sentía que había pasado mi vida entera en tan solo dos días y me había dado cuenta de lo tonta e inútil que fui. Siempre dependiendo de Erik, de que mi vida continuaría sin problemas si me escondía detrás de él para siempre, pero eso mismo me había convertido en una carga más para su vida.

Ya era tarde para reinvindicarme con mi hermano, pero el resto de mi vida cuidaría de mí misma como una promesa a Erik.

Estaría bien, sería fuerte y enfrentaría el dolor de la vida como él lo hizo. Nunca llegaría a ser cómo él, pero esperaba algún día poder acercarme aunque fuera solo un poco, ser solo una parte de lo que él fue.

Él día que me enteré de la verdad, también me llegó una carta suya.

Pasé mi dedo por la orilla de mi ojo, dónde pendía una lágrima esperando caer y luego la miré sobre mi dedo.

Tenía la esperanza de que hubiera un momento en el que dejara de doler tanto. Erik esperaba que siguiera adelante, pero él no sabía lo difícil que era eso.

— ¿Desea algo más, su alteza? — La mesera preguntó con las manos juntas en dorso contra palma a la altura de su ombligo.

— No, gracias.— Miré mi taza de café que todavía tenía la mitad de su contenido. No debería tomarlo, considerando mi insomnio reciente, pero más tarde tenía cita con mi médico, a él le pediría que me diera medicamentos para dormir.

— Disculpa la tardanza.—Levanté la cabeza, escuchando una voz diferente a la que había escuchado cuando accedí a la primera reunión, dónde era una mujer y ahora frente a mí estaba viendo a un hombre pelirrojo que me miraba por encima de la montura de sus gafas marrones con seriedad. Bajo la falta de una iluminación más clara, sus ojos parecían oscuros a simple vista.

— Llegué antes.— Señalé la mesa.— Siéntate, por favor.

Él se sentó y la mesera le tomó su orden. Pidió café americano solo en cafetera italiana, sus movimientos eran ágiles, sobre todos sus dedos, parecían moverse con destreza. Podría ser pianista o algo que tuviera que ver con trabajo manual rápido.

— Ahora sé la verdad.— Dije.— Pero todavía tengo preguntas, ¿Quiénes son ustedes? ¿Y qué es lo que quieren de mí?

— Mi nombre es Roderic Leodac.— Dijo.

— ¿Leodac? — Ladeé la cabeza.— ¿Tienes algo que ver con la familia real Leodac, de Cantlea?

— Soy el quinto hijo, pero soy ilegítimo.— Él respondió.— No tengo derecho a la exposición pública, ni a mencionar que soy parte de ellos. Fui expulsado al extrangero tan pronto cumplí la mayoría de edad y luego encerrado en un manicomio con la excusa de que tenía esquizofrenia. Tu hermano me sacó de ahí y me ofreció ser parte de su equipo.— Le colocaron la taza frente a él.

Tomé un sorbo de café y seguí escuchando.

— Tu hermano llevaba peleando la guerra fría que Dimark tiene contra Estados Unidos desde hace tres años.— Él dijo.— Y las alianzas que tenía el país hasta hace dos meses eran buenas para sobrevivir en su autonomía y asegurar cierta posición segura, pero no para inclinar la balanza a su favor. Erik y el resto de su equipo hemos tratado de cambiar las condiciones a favor de Dimark en este tiempo y su muerte es la piedra angular para ello. Se espera que Aren comience a presionar al gobierno estadounidense con la posibilidad de un enfrentamiento armado para poder suprimir su poder a nivel mundial y partir de ese punto para crear un monopolio.

— Podríamos simplemente comenzar la guerra.— Dije.— ¿Por qué hacerlos retroceder?

— "El arte de la guerra es someter al enemigo sin luchar" — Roderic citó.— La intención de tu hermano no era comenzar una guerra real, no planeaba producir muertes de su país a causa suya. Estoy seguro de que esa parte será capaz de comprenderla Aren Ostergaard, aunque tienda a ser tan extremista.

Misión: Rescate. Contratiempos: Elegir. (IV libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora