Especial: ¿La odiabas tanto?

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Mikhail Volkov

— Vamos, corre.— Dije, mi tono delantando cierta urgencia. Zoa iba detrás de mí, su mano se aferraba a la mía y sus pasos trataban de igualar mi ritmo. Podría ser más considerado con ella si nuestras vidas no estuvieran en peligro, aunque tampoco quería.

Los disparos sonaban cerca, algunas ojivas impactaron cerca, atravesando la madera de los árboles o fragmentando parte de la corteza cuando la trayectoría los rozaba. Cada vez más cerca y con mayor peligro.

Seguí corriendo, encontrando en esa acción una única manera de escapar, de preservar su vida.

—¡Espera!— Zoa se impulsó hacía atrás, deteniéndose súbitamente. Resbalé y caí hacía atrás, sosteniéndose de una raíz alta, mi pie quedó en el aire y entendí porque ella nos había detenido. Era el final del camino.

Carajo.

Me incorporé, alejándome de la orilla y los pasos terminaron por alcanzarnos. Ocho hombres armados nos apuntaron y yo me puse frente a Zoa para protegerla, levantando mi propia arma hacía ellos.

Esto era malo.

A pesar de que reconocía una inminente muerte no era capaz de estremecerme por el miedo, solo una fría calma en la que reconocía mis propias y limitadas opciones era lo único que ocupaba mi cabeza.

Mi prioridad era Zoa, era mi responsabilidad mantenerla a salvo para evitarme problemas.

La escuché ponerse de pie detrás de mí.

—Quédate ahí.— Le ordené, impidiendo que se expusiera a que le apuntaran. Miré a un costado, reconociendo una oportunidad de huída. Probablemente sería sobre mi cadáver, pero era la única opción para ambos. Bajé mi tono de voz.— A mi señal, corre. Encuentra a los gemelos Diavolo, ellos podrán ayudarte y...— Me detuve.

Sentí algo duro contra mi cabeza, metálico y claramente parecía el cañón de un arma.

—¿Qué estás haciendo? — Pregunté.

—Salvando mi vida.— Zoa respondió.— Lo siento, Carswell, pero tengo mis prioridades.— Subió su tono de voz, para dirigirse a los hombres que nos apuntaban.— Quiero hablar con su jefe. Este hombre de aquí vale alrededor de setenta millones de euros vivo. Si se aseguran de mi seguridad hasta que me reúna con su jefe, puedo transferir algunos para ustedes.

Ellos bajaron las armas.

—Zoa...— Comencé y ella respondió aumentando la presión en mi cuello.

— Camina.— Ella dijo.— O podría dispararte por accidente.—Caminé, pero más allá de la ira producida por la traición, me vi incapaz de sentir algo.

No, en realidad no era eso.

Una sonrisa quiso tirar de mis labios, pero la detuve a tiempo.

Ahora estaba en mi derecho de hacer lo que quería, ¿No?

***

— ¿Solo o con hielo? — Pasé las manos por mis muñecas magulladas varias veces, viendo los tonos amarillentos y otros más nuevos de color violaceo que teñían mi piel.

— Solo.— Respondí levantando la cabeza hacía el ruso y viéndolo moverse hacía una barra de cocina que se caía a pedazos, pero dónde había al menos cinco buenos licores con algunos vasos astillados alineados en dos filas. Él hombre tomó el más intacto y sirvió una porción de whisky, después caminó y puso el vaso frente a mi.

Misión: Rescate. Contratiempos: Elegir. (IV libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora