Especial: Pero, ¿No eres gay?

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Iridiana Marcel

— Feliz cumpleaños a ti, feliz cumpleaños a ti...— Monserrat y Brena entraron cantando detrás de mí y yo iba de uno cómo cordero al sacrificio con mis manos sobre la base de la gelatina, teniendo de primera mano la vista de los ojos verde bosque de Erik perderse detrás de sus pestañas, queriendo girar en trescientos sesenta grados por vernos hacer el ridículo frente a él.

Evité las expresiones en mi rostro hasta que puse la gelatina en su regazo.

— ¿Quieren matarme? — Él preguntó elevando una ceja.

— No todos los días cumple diecisiete años, señor.— Dijo Monserrat, parándose a su lado y disimuladamente comprobando el goteo del tratamiento intravenoso que estaba pasando a través de la vía hacía el torrente sanguíneo de Erik.— La gelatina no tiene azúcar y está aprobada por el médico, así que puedes disfrutarla.

Erik quiso hacer una mueca al escuchar que no tenía azúcar, pero se dio cuenta de inmediato y limpió su expresión. Elevé la comisura de mi labio con diversión.

Erik era adicto al dulce, le parecía un suplicio no poder consumirlo desde que comenzó el tratamiento. Pero se estaba esforzando, quería volver a ver a Milenka Ahmad, esa era su única motivación para soportar todo esto.

Tomé un tenedor que había traído conmigo y tomé una parte de la gelatina para llevarlo hacía él.

— Prueba, en realidad el sabor no es malo.— Lo incentivé. Erik tomó el tenedor de mi mano y la miró como si fuera un pedazo de animal exótico. Sus cejas parecían fruncirse ligeramente y al menos con esa acción parecía un poco más vivo, sus mejillas se hundían de manera preocupante en los últimos días y su cabello... desvié la mirada de su cabeza cubierta con un gorro.

El año de tratamiento que había llevado casi lo había consumido por completo. Pero estaba respondiendo bien y los médicos decían que tenía un buen pronóstico de vida.

Erik probó la gelatina y luego me regresó el tenedor.

—Ya está.— Dijo.— Ahora pueden irse a comer pastel de verdad.

— Pero nos queremos quedar contigo.— Dijo Brena.

—Yo no con ustedes.— Erik respondió de inmediato y luego levantó su mano, señalando a la puerta.— Diez, nueve, ocho... — Brena y Monserrat se fueron de inmediato, cerrando detrás de ellas con torpeza.

Erik me miró.

Levanté una ceja.

— ¿Yo también? — Cuestioné.— Yo hice la gelatina.Erik abrió su cuaderno y tomó una pluma, comenzando a escribir apresuradamente en la hoja.— ¿Qué estás haciendo?

— Escribir mi última voluntad antes de que tu comida me mate.— Respondió.

Me reí.

— Roderic la hizo, así que deja eso.— Le quité la pluma y me crucé de brazos.— De verdad, no cocino tan mal.Erik imitó mi gesto, mirándome en silencio. Fruncí los labios y aguanté su mirada. No dispuesta a ceder, pero después de unos veinte segundo más, desvíe la mirada.

Erik se recostó en la almohada y luego puso una expresión pensativa.

— ¿En qué piensas? — Dije moviendo la gelatina de su regazo y colocándola en el buró.

Erik sonrió.

—En Milenka.— Dijo.— Estoy pensando que en otoño comenzará la temporada de eventos a los que ella va a asistir. Creo que debería ir. Me comenzaré a dejar crecer el cabello.

Misión: Rescate. Contratiempos: Elegir. (IV libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora