Especial: ¿Lo qué prometiste sigue en pie?

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Eleonor Carswell

Después de la muerte del presidente Hu tuve que volver con mi padre y prestar mis actividades después de que Alvize le dijera personalmente lo que habíamos hecho. Se ganó aún más a mi padre, pero yo terminé castigada de nuevo.

Podría decir que me sentí traicionada, pero no lo hacía.

Desde la muerte de Erik había pasado de querer hacer lo que quería con mi vida a volverme más consciente de la preocupación de mis padres y de que el peligro al que me enfrentaba era real. Así que hice una última operación arriesgada para vengar a Dante y luego me decidí por calmar mis ansias de aventura y replantearme mi futuro.

Entendía que mi padre se preocupaba por mí y por eso cuando volvió a sermonear sobre mi falta de responsabilidad hacía mi vida al arriesgarme, lo acepté en silencio en vez de discutir con él y luego me marché a mi habitación, cansada de las emociones y desesperanzada por el estado de Dante que seguía sin cambiar.

Alvize lo trasladó a Canadá, en un hospital privado y dónde ellos tenían una residencia, así que no pude visitarlo en varias semanas, aunque me aseguraba de llamarle al menor de los gemelos diariamente para preguntar por él.

Cumplí con mis restricciones y mis castigos de manera constante y no le hice trucos a mi padre para que disminuyera el tiempo.

Tal vez por eso cuando estaba en mi escritorio, encorvada sobre la luz de la lámpara que se mantenía a un lado de mi cabeza mi madre tocó la puerta y pasó cuando le di permiso para que entrara.

La escuché moverse por mi habitación y luego sentarse en la cama, pero no me di vuelta para recibirla con mis manos ocupadas destornillando el armazón de mi ordenador. Había lanzado humo cuando lo encendí y luego murió.

Había aprendido lo suficiente de tecnología sobre Conrad para verme capaz de solucionar el problema sola.

—Si se descompuso, puedes comprar otra.— Mamá dijo con amabilidad desde mi espalda.

— Necesito recuperar algunos archivos.— Dije sacando uno de los tornillos y luego comenzando con el segundo.

En este portátil había guardado mis fotos con los gemelos. No podía perderlas.

— ¿Es eso? — Ella preguntó y después dejó que el silencio volviera, al menos hasta que saque el último tornillo.— Tu padre está preocupado, te has mantenido en silencio estás tres semanas. Sus ojos ven una cosa, pero su paranoia ve una posibilidad en que desaparezcas de pronto.

Sonreí y me di la vuelta, enfrentando a mi madre.

Adele Carswell estaba usando pantalones negros de vestir y una blusa morada con tacones negros de aguja. Parecía haber llegado directo desde su trabajo a mi habitación. Su expresión comprensiva y al mismo tiempo curiosa por mí, tratando de analizarme eran muy evidentes.

— No me voy a escapar.— Dije.— Puedes tranquilizar a mi padre.

— Eso le he dicho al menos diez veces, pero ya sabes... es...

—No soy confiable.— Terminé por ella y mamá sonrió.

Me puse de pie y me acerqué hasta dónde ella estaba, subiéndome a mí cama y colocando mi cabeza en su regazo.

— ¿Sucede algo? — Mi madre preguntó.

—Voy a renunciar a ser agente.— Dije, mirando a mi madre.— Quiero ayudar a mi hermano a llevar las relaciones públicas de las empresas de seguridad y en gestión. He estado viendo algunas universidades y...— Bajé mi tono de voz.— Me parece buena idea.

Misión: Rescate. Contratiempos: Elegir. (IV libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora