— Me sorprende que la princesa Ahmad, reconocida por su sensatez se encuentre en una posición tan comprometida.— Él rey comenzó.— Al mandar a mi primogénito, esperé disciplina cuando regresara, no un escándalo.
—No fue una situación planeada.— Comencé, pero fui cortada.
— Sería peor si lo fuera, princesa.— Klaus Ostergaard se recostó en su silla.— Recuérdeme su edad, por favor.
— Veintidós.— Respondí con calma.
— Al enviar el expediente de Aren, ¿Me equivoqué acaso? ¿Puede recordarme la edad que tenía?— Apreté mis mandíbulas con fuerza hasta que dolió, pero respondí con calma.
—Diecisiete.— Respondí. Esa fue la edad en que ingresó al ejército de mi país.
— ¿En su país no consideran el abuso de menores? — Él rey cuestionó y yo me puse de pie sin soportarlo más.
— No abusé de él, desde el momento en que pasó algo, su hijo tenía dieciocho años y sabía muy bien lo que estaba haciendo.— Dije con menos calma ahora.
— El príncipe que estaba bajo su tutela directa, le recuerdo, princesa.— Klaus mencionó dejándome sin argumentos, porque tenía razón. Aren era mi responsabilidad y yo debí de tomarla como tal, pero me molestaba mucho cómo me lo estaba diciendo y lo sucia que me hacía sentir por ello.
Me sentí peor que lo que tuve que enfrentar del escarnio público después de haberme convertido en una princesa no virgen, como si estuviera desnuda.
Parpadeé para alejar las lágrimas y quise abrazarme a mi misma, pero en vez de eso me protegí endureciendo mi mirada y odié por un momento a Aren por esta situación aunque sabía muy bien que era mi culpa. ¿Qué esperaba? ¿Que me felicitaran? Esta era la realidad, mi realidad y no podía esconderme de ella.
— Entiendo que se preocupe por su hijo, pero en ningún momento me aproveché de Aren, ni quería que la situación se saliera de las manos.— Me expliqué.— Mi país y mi equipo se encargaran de esta situación.— Me incliné recuperando mis dotes diplomáticos.— Mis disculpas por los inconvenientes.
— La situación ya ha avanzado más de lo que se puede arreglar con un retroceso.— Klaus cruzó sus manos.— Entre su hermano y yo hemos hablado y la única manera de calmar las aguas es dándoles lo que mi terco primogénito ha decidido, el matrimonio.
— ¿Y las condiciones? — Pregunté cada vez con más control de mis emociones. Me había desapegado de ellas como tantas veces antes para evitar crisis y era lo que más me ayudaba a convertirme en lo que debía ser.
— Primero debe de hablar con su hermano y después acceder o negarse, pero en caso de acceder se notificará que hubo una boda en privado y después decidieron darse un tiempo. Eso, de manera oficial, de manera extraoficial firmará los papeles de matrimonio y se irá del país. Su situación y la de mi hijo será reconsiderada dentro de tres años, cuando Aren tenga la edad apropiada para pensar en sus decisiones. Creo que no hará falta recordarle que no debe acercarse a él en ese tiempo, ¿Verdad?
— Por supuesto.— Respondí.
Klaus Ostergaard me observó severamente por unos segundos más antes de mover su mano en gesto de despedida.
— Puede irse, Ahmad.— Ordenó. Me di la vuelta y caminé hacía la puerta, pero cuando sostuve la perilla, su voz me detuvo de nuevo.— Ah y también deje de meterle ideas rebeldes a Erik. Suficiente ha hecho manipulando a Aren.
En ese momento perdí los papeles.
Me di la vuelta de nuevo y caminé con pasos fuertes, dejando que también mi bastón se encajara en suelo antes de llegar al pie de su escritorio y usarlo para tirar todas sus cosas. El sonido fue fuerte y escuché que la puerta se abrió, él rey levantó la mano para calmar a sus guardias.
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Misión: Rescate. Contratiempos: Elegir. (IV libro)
RomanceLe habían dicho a la reina Ostergaard que la soñaron en una isla en medio de una elección entre un tiburón y un ave, pero, ¡No pensó que sería literal en una isla! Milenka Ahmad había elegido a Erik Ostergaard después de que las cosas salieran muy m...