Capítulo 23: No dejo de enamorarme de ti.

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— Este té se toma en vasos y lo sostienes cerca del borde para que no te quemes. Está hecho de té verde, azúcar, hierbabuena y un poco de cedrón.— Acerqué el primer vaso a él.— El cedrón te ayuda a relajarte.— Agregué porque noté que el exceso de gente lo había puesto más blanco que el papel conforme el tiempo pasaba y traerlo aquí también fue una manera de calmar su ansiedad creciente por tantas personas a nuestro alrededor. Yo estaba igual, agotada socialmente, físicamente y mentalmente.

Aren hubiera estado como pez en el agua, pero...

— ¿Lo notaste? — Preguntó con una sonrisa avergonzada.— Evito ser evidente.

— No fue evidente.— Dije sirviendo mi vaso y era cierto, uno debería de ser muy observador y saber sobre su problema para notarlo, pero me pareció natural entender eso.— Yo me sentí agobiada, supuse que tú también.

— Me siento más cómodo en las sombras, en realidad.— Erik dijo, tomando del primer sorbo y luego bajándolo.— ¿Si tiene azúcar?

Me reí.

—Si, pero la mayoría se asienta al final.— Señalé la tetera.— Este té debe servirse tres veces y cada ocasión representa algo diferente. El primer vaso es amargo como la vida.— Tomé mi vaso y soplé un poco a la superficie para no quemarme antes de dar un sorbo, comprobando el sabor del té y la poca azúcar que le daba sentido a la filosofía de los vasos de té. Lo bajé y dejé en la mesa.— La vida nunca es necesariamente dulce aunque agregues azúcar. La realidad es lo que es y creer lo contrario puede lastimarte mucho.— Sonreí de lado con melancolía.

Erik tomó otro sorbo y pasó sus dedos por la parte del vaso que todavía tenía el líquido caliente. La yema de sus dedos se puso roja muy rápido.

— Cuando tenía cinco, Aren aprendió oficialmente chino y hubo una pequeña celebración en palacio. Mi madre estaba muy contenta y no paraba de elogiarlo.— Giró el vaso.— Mi certificado del idioma fue remitido el mismo día, pero mi padre me dijo que no debía mencionarlo. Mi madre todavía no sabe que yo también sé chino y los mismos idiomas que Aren.— Soltó un suspiro y tomó otro sorbo.— Pensando en eso, el té no sabe tan amargo.

— Erik...— Se me atoró su nombre en la garganta y tomé mi té antes de mirarlo.— Mi madre murió protegiéndome de una bomba, la misma que me destrozó las piernas.— Era la primera vez que lo decía así y se sintió tan liberador que di unos cuantos sorbos más.— Tienes razón, no sabe tan amargo.

Terminamos el primer vaso y Erik sirvió el segundo.

— ¿Y este? ¿Qué significa? — Preguntó intrigado, llevándoselo a los labios y tomando.

— Fuerte como el amor.— Respondí. Erik se atragantó y yo me reí viéndolo toser y tirando parte del líquido del vaso sobre la mesa.— Si quieres un consejo, no te enamores.— Giré mi propio vaso bajando el tono de mi voz y borrando la sonrisa de mi rostro.— Es como cargar un arma y dispararte, esperando que la ojiva desaparezca antes de matarte.

— Aren es impulsivo, ese fue su error, pero no era su intención, princesa.— Erik bajó su cabeza, pero su voz se mantuvo estable y segura.— Me disculpo por eso, pero sobre todo por mi padre.

— No importa.—Hice una mueca y desvié la mirada.— Yo no fui la adulta que debí de ser.— Levanté el vaso y bebí del contenido caliente que se había enfriado lo suficiente como para poder pasármelo rápido.— Tu hermano debe crecer y conocer mujeres de su edad, enamorarse de alguna buena señorita y después tomar decisiones importantes.— Me ardió el pecho diciéndolo y sentí dolor, pero lo ahogué, no queriendo llorar frente a Erik.

Misión: Rescate. Contratiempos: Elegir. (IV libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora