Viveke Ostergaard
Me crucé de brazos cuando la puerta se abrió y aparecieron los gemelos Diavolo cargando el cuerpo inconsciente de Eleonor. Ambos la pusieron en un sofá y después se recargaron en él, uno en cada extremo del mismo.
Los gemelos eran parte de la mafia Italiana, pero desde hacía algunos años había escuchado a Mattia decir que eran mucho más independientes y habían estado invirtiendo en una empresa de seguridad en Italia, pero que todavía tomaban muchos trabajos del bajo mundo.
Dante Diavolo se pasó la mano por el cabello color caoba y luego miró a su hermano cuando este se inclinó para limpiar los mechones libres que cubrían el rostro de Eleonor.
—Ella ya está reclamada.— La voz de Mattia Leone, mi primo, sonó baja pero burlesca a mi lado.
Resople.
—Solo que todavía no lo sabe.— Dije, girando mi cabeza para poner mi atención en el hijo mayor de Massimo Leone, el jefe de la mafia italiana.
Sería una ironía decir que conocí mis conexiones con los Leone solo después de estar encharcada hasta el cuello con la mafia rusa, pero era cierto, porque ni siquiera mi madre sabía que los Leone eran sus hermanos.
La primera vez que conocí a Mattia Leone fue cuando presionó un arma contra mi cabeza, amenazandome por estar en propiedad de Maxin Kozlov y después de explicarle quién era y que necesitaba salir a como diera lugar de su control, me salvó. Entonces, una vez estuve en Italia conocí a mi familia materna y toda la historia detrás de ello.
Pero de mis hermanos, fui la última en enterarme.
Enoch y Magnus asistían a carreras clandestinas, donde no solo conocieron a los gemelos Diavolo, sino también a Renzo Leone, el segundo hijo de Massimo y el que organizaba la mayoría de esas actividades.
A lo que había escuchado, Renzo era muy temperamental y para nada fácil de llevar, pero conmigo siempre era amable, así que no tenía una completa certeza de que los rumores fueran ciertos.
—¿Ya estamos todos? — Escuché que Mattia preguntó cuando el silencio se instaló en la sala de juntas en la empresa de Edward Carswell, mi tío.
Miré alrededor en la mesa larga y rectangular dónde estaban las botellas de agua en cada asiento y luego hacía la extención de la sala dónde solo había espacio para pasar y unos cuantas masetas de plantas de sombra en las esquinas que le agregaban un color vivo al resto que oscilaban entre marrones y negros. Dos sillones en los laterales, uno ocupado por Eleonor dormida y los gemelos Diavolo y el otro por mis hermanos Magnus y Enoch junto con Conrad Carswell, el hijo de Edward y su esposa Adele.
Conrad Carswell estaba entrecerrando los ojos hacía los gemelos desde que aparecieron cargando a su hermana y Enoch le estaba diciendo algo que parecía estar molestandolo. Él mayor de los Carswell se llevó un dedo hacía el puente de su nariz y elevó las gafas de montura redonda hacía arriba, pensando.
—Faltan, creo.— Dijo Ginevra Romano apareciendo al lado de Mattia y recargándose en su hombro. Su cabello negro lacio cayó en el uniforme de su mejor amigo y luego ella suspiró, pero sus ojos no estaban en nosotros, si no que se dirigían involuntariamente al asiento donde estaban mis hermanos y Conrad.
Ginevra era la hija de Alessandra Romano y uno de los líderes de la mafia Italiana y tanto ella como Mattia crecieron juntos, por lo que casi podrían considerarse hermanos.
Hubo un tiempo en el que algunos pensaron que harían buena pareja y yo fui una de esas personas, pero como no había señal de que algo pasara entre ellos, terminé olvidándolo y descartando la idea de mi cabeza.
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Misión: Rescate. Contratiempos: Elegir. (IV libro)
RomanceLe habían dicho a la reina Ostergaard que la soñaron en una isla en medio de una elección entre un tiburón y un ave, pero, ¡No pensó que sería literal en una isla! Milenka Ahmad había elegido a Erik Ostergaard después de que las cosas salieran muy m...