Capítulo 38: Si muero, serías la última cosa que vería.

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Los días pasaron, más concretamente tres semanas en las que solo vi a Aren en contadas ocasiones y en vez de ello pasaba los días entreteniéndome en las preparaciones del matrimonio de Enoch Ostergaard con Signe.

No hacía falta mencionar que el tercer príncipe Ostergaard se molestó mucho con Aren después de que se le comunicaran sus próximas nupcias. Se negó rotundamente al matrimonio, pero Aren no le dejó muchas opciones y aunque Enoch terminó saliendo con furia de su oficina, los preparativos siguieron adelante.

Lo más incómodo de toda esta situación eran las reuniones obligadas entre ellos.

Al principio, Enoch había llegado extrañamente temprano, portando el uniforme de la academia naval con las últimas insignias de su último año antes de graduarse cómo oficial naval, demostrando que no consideraba la reunión lo suficientemente importante cómo para vestirse con propiedad.

El tercer príncipe Ostergaard había tomado un rumbo muy diferente en su vida del esperado, renunciando a sus estudios universitarios para convertirse en economista y terminando enlistandose en la naval, siguiendo los pasos de Erik en su carrera militar. Según Aren, parecía que sus hermanos buscaban una manera de seguir aferrándose a él aunque fuera en algún grado.

Tal vez Enoch también quería encontrar una forma de sacar toda la ira que llevaba dentro, así cómo Magnus al elegir seguir los pasos de su hermano en el bajo mundo. Pero aunque al cuarto príncipe le había funcionado, eso era meramente por ser Magnus y porque había terminado por absorber partes de la personalidad de Erik.

En las pocas veces que había visto a Magnus en el último año, la manera en que decía algunas cosas, sus microgestos, su tono de voz, sus miradas y algunos gustos eran cómo los de Erik. En las pocas diferencias que había cómo su actitud más bromista y juguetona era cuando me sentía aliviada de recordarme que seguía siendo Magnus.

Pero no creía que las cosas fueran tan sencillas para el tercer príncipe de la corona. Sobre todo después de haber desatado esa ira casi asesinando a su ex prometida. Y me preocupaba terriblemente que Signe Kristersen tuviera que lidiar con ello, porque la joven sentada frente a mí que mantenía una postura impecable, estaba blanca cómo el papel y se negaba a mantener contacto visual con su prometido.

—Hay un clima espléndido.— Comencé con la conversación después de esperar a que alguno hablara, pero no fue así.

— Es cálido.— La señorita Kierstensen dijo en voz baja, su tono era muy suave y relajaba mucho al ser escuchado.

— ¿Se considera preferente a las épocas de calor al año o a las de frío, señorita Kirstersen? — Pregunté. Ella parecía pertenecer a los climas frescos con esa piel nívea y sus mejillas sin mucho calor.

— Calor.— Ella respondió, sorprendiéndome. Enoch endureció su mirada hacía ella cómo si la encontrara repulsiva y ella encorvó sus hombros, cómo si eso le ayudara a escapar de él.

Reprimir un suspiro.

— ¿Muestra preferencia por la escasez de prendas, señorita Kirstersen? — Enoch preguntó con un tono sardónico.

No me gustó y le dirigí una rápida mirada que se lo dejaba en claro.

Faltarle el respeto así a una dama era escandaloso, pero me mordí la lengua salvando su orgullo muy a mi pesar viendo cómo las mejillas de Signe se volvían rojas y decidí sacarla del problema, pretendiendo no darme cuenta de la grosería del príncipe.

— ¿A quién no? — Mantuve mi mirada en Enoch, gritando a que volviera a hacer comentarios de ese tipo.— En lo personal, todavía no me siento adaptada al frío en Dimark.

Misión: Rescate. Contratiempos: Elegir. (IV libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora