Ginevra Romano
Pasaron seis días antes de que pasaran a Conrad a una habitación normal y otros dos para que despertara, pero en esos dos días no había podido ir al hospital por tener que volver a Italia a presentarme con mi padre y notificar personalmente lo sucedido durante la misión de dos años y en la gala. Mi padre volvió a sacar el tema del matrimonio, pero afortunadamente solo fue para decirme que se había cancelado por pedido de Mattia Leone, quién se había enamorado de una mujer y esperaba poder casarse con ella.
Seguía pensando en ello de manera distraída cuando tomé un vuelo de regreso a Rusia y cuando bajé en el aeropuerto internacional no pude soportar más la curiosidad y terminé llamándolo.
Sonó por al menos cinco veces antes de que Mattia contestara.
— ¿Vas a casarte? — Le pregunté en cuanto respondió.
— Querías que encontrara una manera de sacarte de la posición de mi prometida, ¿No? — Él preguntó.
— Entonces, ¿Es por eso? — Me subí en la parte trasera de un taxi y le dije la dirección del hospital antes de continuar con la conversación. — ¿La inventaste? ¿Qué harás si no encuentras una?
— No la inventé precisamente.— Mattia dijo.— Es cierto que hay una mujer que me ha estado volviendo loco, un fantasma que aparece y desaparece a su gusto después de jugar conmigo.
Me reí.
— ¿Qué es eso? — Pregunté.— ¿Existe una mujer que no se haya obsesionado contigo después de terminar en tu cama? Eso sí es una novedad. ¿Y quién es?
— No lo sé.— Mattia dijo con tono cansado.— Pero después de nuestro último encuentro no tendrá más opción que venir a buscarme.
— ¿Qué hiciste, Mattia Leone? — Cuestione en un tono de madre molesta.
— Se rompió el preservativo.— El dijo.— Y no me molesté en mencionarlo.
Abrí los labios con sorpresa y luego los cerré.
No me lo esperaba, no viniendo de él.
— ¿Tan desesperado estás? — Pregunté.
— Estoy harto de jugar al gato y al ratón, Ginevra.— Él dijo a través del comunicador.— Ya van a ser tres años. Ella tendrá que venir o yo la encontraré y la arrastraré hasta Italia para convertirla en mi esposa.
Había pensado que él se tomaría las cosas más en calma, pero no dejaba de ser un Leone, la sangre caliente se les precipitaba en la cabeza cuando sentían que perdían el control sobre sus mujeres. Además, Mattia era el sucesor de su padre, la vena controladora permanecía en su ADN aunque en apariencia fuera más suave.
Era un buen momento para recordar que las sonrisas de Mattia Leone no eran tan inofensivas y que escondía a un hombre sin muchos escrúpulos.
— Si ella no quiere nada contigo y ni siquiera has descubierto su nombre en tres años, dejáme te digo que eres bastante iluso.— Respondí con diversión.— A una rebelde no la detienes con niños, amigo mío. Reza porque ella tenga más sentido moral que tú y realmente te busque, si no...— Dejé la frase en el aire, esperando que el pensara por sí mismo las consecuencias.
Ella simplemente podría desaparecer y no la volvería a ver en toda su vida.
A veces los hombres en realidad eran unos idiotas.
— ¿Cuándo despierta Conrad? Me urge verlo.— Él dijo. ¿Para qué encontrara a su amada? De ninguna manera, no lo dejaría estresarlo cuando estaba en el hospital.
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Misión: Rescate. Contratiempos: Elegir. (IV libro)
RomansaLe habían dicho a la reina Ostergaard que la soñaron en una isla en medio de una elección entre un tiburón y un ave, pero, ¡No pensó que sería literal en una isla! Milenka Ahmad había elegido a Erik Ostergaard después de que las cosas salieran muy m...