Iridiana Ostergaard
Comencé a gritar.
El dolor era insoportable.
Erik puso su mano en mi boca, tapándola con su palma, mis lágrimas siguieron cayendo sobre sus dedos y mis ojos perdían el hilo de la realidad, yendo hacía atrás, buscando la oscuridad, la inconsciencia que daba paz.
—No.— Él ordenó contra mi oído.— No supliques, Iridiana. No grites, no llores.
Un sollozo se escapó desde lo profundo de mi pecho, sus palabras apenas entraban en mi cabeza. Traté de sacudir mis piernas, mis brazos, pero todos estaban firmemente sujetos contra la madera de la silla.
Mi corazón quería salir de mi pecho, golpeaba con tanta fuerza que era sofocante. La electricidad empujada a través del teaser contra mi brazo era abrumadora, recorriendo cada parte de mi cuerpo y volviendose una tortura insoportable, pero Erik no se movía, aunque él también temblaba, soportando la carga junto conmigo.
Mi voz era ahogada con su mano, mi saliva filtrándose a través de su palma y mi respiración agitada estaba comenzando a fatigarme.
— Tranquilizate.— La voz de Erik seguía controlada.— Concéntrate en tu respiración, hazlo cada vez que lo ordene, ¿Entiendes? — Me sacudí, queriendo escapar. Erik mordió mi hombro con fuerza, iniciando un nuevo estímulo doloroso que me hizo mantener la concentración en él.— ¿Entiendes? — Repitió con mayor brusquedad. Asentí.— Inhala.— Lo hice, de manera temblorosa e interrumpida, pero lo hice.— Exhala.— Obedecí, comenzando a aclarar mi mente.
Seguía doliendo tanto que no podía dejar de llorar y jadear, pero comencé a encontrar cierta racionalidad en ese momento.
— Encuentra el placer en el dolor, Iridiana.— Erik dijo contra mi.— Te gusta, te hace sentir más viva cuando tu mente está llena de la percepción de peligro, de ese sufrimiento que cala en cada parte de ti. Repítelo en tu cabeza. Te gusta, te gusta. Es la única manera en que podrás mantener la cordura si te torturan, si tardo en encontrarte. ¿Comprendes? — Volví a asentir, mirándolo a los ojos, los círculos verdes cómo el más frondoso de los bosques que penetraban en los míos.— Repitelo en tu cabeza.
El dolor era placer, el placer era dolor.
Me gustaba.
Me gustaba.
Me gustaba.
Me gustaba.
Me gustaba.
No dejé de ver los ojos de Erik en todo momento en el que me convencía a mí misma de que lo que estaba pasando era lo mejor que podía pasarme. Que condenandome, podría entenderlo mejor, qué era lo que me correspondía como su sombra.
Me gustaba.
Mis ojos siguieron llorando sobre su mano, mi saliva siguió cubriendo su palma y mi cuerpo seguía tensandose con la continua entrada de corriente a mi cuerpo.
Me gustaba.
Me gustaba.
Erik apagó el teaser y mi cuerpo se convulsionó por algunos segundos con los restos de voltaje que recorrían cada nervio hasta seguir estimulando mi cerebro.
Miré al hombre que había sido todo el causante de mi dolor, él que había comenzado esta horrible tortura y aún me vi imposibilitada de sentir rencor, porqué él había soportado lo mismo, porque era lo único que me mantenía cuerda en este momento.
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Misión: Rescate. Contratiempos: Elegir. (IV libro)
RomanceLe habían dicho a la reina Ostergaard que la soñaron en una isla en medio de una elección entre un tiburón y un ave, pero, ¡No pensó que sería literal en una isla! Milenka Ahmad había elegido a Erik Ostergaard después de que las cosas salieran muy m...