Especial: ¿Todavía me odias?

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Aren Ostergaard

— ¿Todavía me odias? — Erik se recargó en mi brazo.

—No.— Suspiré, ya era la tercera vez que me preguntaba. Después de que Erik tuviera una catarsis, el silencio entre nosotros se volvió incómodo y la mejor idea que tuve para reducir la tensión fue inducirlo a emborracharse.

No fue una de mis mejores decisiones cómo hermano mayor, pero al menos había funcionado para que Erik se relajara. Era extraño verlo comportarse así, cuando siempre fue cómo si nuestros roles se hubieran invertido.

Nunca lo había visto ebrio, pero no me pareció ninguna sorpresa que no estuviera eufórico y se mantuviera más callado de lo normal en su nube de alcohol. Aunque ciertamente seguía comportándose emocional con cada pregunta que me hacía.

Rodeé a Erik con mi brazo sobre sus hombros y lo dejé recargarse contra mí. Habían pasado al menos cinco años desde que fuimos de esta manera.

— ¿Crees que papá me odie?

Presioné mis labios.

— No lo sé.— Respondí con seriedad.— Siempre creí que solo quería a mamá y a Viv.— Para el resto, Klaus Ostergard no tuvo palabras amables, ni elogios y lo más cerca que estuvo de eso fue cuando le dio a Erik la corona.— Pero creo que tu lo haces sentir orgulloso, a su manera.

Erik sonrió.

— Creo que te ve como el tío Frederick.— Dijo.

Me reí.

—No hay manera de saber eso, hermano.— Respondí.— El tío Frederick murió antes de que nuestro padre tomara el trono.

Él negó.

— Frederick Ostergaard pasó por un intento de asesinato a manos de nuestro padre.— Dijo.— Pero desafortunadamente terminó sobreviviendo y se escondió como cucaracha en Estados Unidos.

— ¿Cómo lo supiste? — Le pregunté, intrigado por el peso de esa nueva información. Si lo que decía era cierto, entonces muchas cosas se complicaban.

— Fue una coincidencia.— Erik dijo.— Mientras trabajaba como mercenario.

—¿Y planeabas llevarte el secreto a la tumba? — Le pregunté.

—No me pareció relevante. No lo vas a conocer.— Inclinó su vaso.

— ¿Y cómo estás tan seguro de eso? — Puse mi mano en su hombro.— Erik, ¿Hay algo qué no me estás diciendo?

Mi hermano menor se rió.

—No te estoy diciendo nada, Aren.— Dijo.— Todavía no.

Le quité el vaso.

—Suficiente alcohol para ti, estas actuando raro.— Le di unos cuantos golpes en la espalda.— ¿Quieres qué te lleve con Milenka? Pareces cansado.

—No de momento.— Respondió.— ¿Recuerdas cuando tenía cuatro y Enoch metió un pescado en mi pantalón?— Metí los labios, tratando de esconder la diversión que llegó con los recuerdos. ¿Por qué había cambiado tan rápido de línea de pensamiento? No tenía coherencia.

—Si.— Dije. ¿Extrañas eso? Puedo volver a pegarte, cómo en los viejos tiempos Puse mi mano en su cabeza.

Erik se rió.

— Solo inténtalo.— Dijo.

Sonreí.

Eran imaginaciones mías, ya había vuelto de nuevo a ser el mismo.

Misión: Rescate. Contratiempos: Elegir. (IV libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora