Especial: Recuerda tú quién soy, Kenzo

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Magnus Ostergaard

— Deja de retorcer tus manos así.—Me detuve sin levantar la cabeza para enfrentar a Kenzo. Disminuí mis respiraciones y permanecí quieto para no seguir irritandolo.

No estaba de buen humor.

—Para ser un príncipe eres bastante patético.— Kenzo dijo tomando mi barbilla y forzandome a verlo.— ¿Cómo sobreviviste todo este tiempo a ser hijo de Klaus Ostergaard?

Miré sus ojos y luego bajé la mirada, incapaz de tenerle una respuesta.

Me soltó.

— ¿Sabes por qué la reunión se va a realizar a la vista de todos? — Kenzo preguntó.— Una reunión política internacional que tiene a varios países involucrados.— Se ajustó los gemelos con aire despreocupado.— Australia, Canadá, Italia, Francia, Alemania, Reino Unido, Argentina, Brasil, China, Indonesia, México, Thurkalij, Sudáfrica, Corea del sur, Turquía, India y, por supuesto, Estados Unidos. ¿Adivina a quienes no invitaron? ¿Será una coincidencia que el avión de tu hermano desapareciera tan repentinamente en un viaje programado a Estados Unidos? Y dentro del gran caos que agita las profundidades de Dimark, ¿Por qué Rusia, otro país no invitado entró en reforma política después del asesinato de su presidente? ¿Puedes pensar en ello o es demasiado para tu entendimiento?

No abrí la boca, no me moví, ni levanté la mirada, mis ojos fijos en la pelusa que estaba en el suelo cerca de sus zapatos.

—¿Qué hay de la historia de tu propio país? ¿Qué desencadenó la guerra civil de hace veintiocho años? ¿Cuales fueron los acuerdos de Thurkalij con Dimark y por qué esa alianza fue un gran problema para otros países? ¿Qué gobiernos estuvieron involucrados? ¿Qué tensiones nunca se resolvieron? ¿Qué ha hecho Erik Ostergaard cómo rey en los últimos tres años? — Kenzo sacó un cigarrillo de su saco y lo encendió. Jaló y retuvo un rato el humo antes de soltarlo lentamente— No hay nada más importante en el mundo que la información, Magnus. Con eso funciona cada engranaje de todo lo que te rodea. La información es la moneda más poderosa que existe, con ella funciona el mundo, con ella se destruye, ¿Entiendes?

Asentí.

Kenzo inhaló una vez más, pero en la segunda ocasión lo guardó por más tiempo antes de liberarlo poco a poco sobre el aire escaso del automóvil.

— ¿Sabias...— Kenzo comenzó a preguntar perezosamente.— que Dimark ha triplicado su producto interno bruto en solo tres años? ¿Por qué crees que los ciudadanos adoran tanto a tu hermano además de sus habilidades sociales? ¿Por tener una cara bonita? No, Magnus. Tu hermano es como Midas, todo lo que toca se convierte en oro, pero es bien sabido que eso siempre ha sido una maldición en vez de una bendición.— Kenzo botó el cigarro en el cenicero y luego se recostó contra el respaldo del asiento.— Cuando pongas un pie dentro de la torre, mira bien a tu alrededor y pregúntate, ¿Quién de todos ellos quiere a tu hermano muerto? — Sonrió cerrando los ojos.— ¿Y quién sabe? Tal vez solo tú seas el único que lo quiera vivo.

Presioné mis labios. Kenzo se cruzó de brazos.

—Voy a dormir. Haz el favor de no respirar muy fuerte, podría sacarte a patadas si sigues molestandome.— Dijo. Me estremecí e hice lo posible por reducir mis respiraciones, manteniendome silencioso y viendo por el rabillo del ojo cómo él se recostaba en el asiento de cuero, estirando sus piernas largas lo más que podía en el espacio con el que contaba, sus zapatos blancos no tenían ni una sola mancha y su traje del mismo color con un pañuelo rojo en el saco eran muy llamativos, como él mismo.

Junté mis manos, mis dedos temblando por el miedo a que se diera cuenta que no podía dejar de moverme y luego mantuve mi vista ahí, contando cinco segundos de manera compulsiva antes de mover un dedo y luego comenzando de nuevo.

Misión: Rescate. Contratiempos: Elegir. (IV libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora