La habitación de Aren no tenía seguridad fuera cuando él estaba dentro. Su equipo se mantenía a dos pasillos y cambiaban de guardía a las dos y media de la madrugada, dejando un espacio corto de cinco minutos libres para poder moverme.
Me sujeté la barriga de seis meses con mi mano y con la otra me quise fundir contra las sombras de uno de los pasillos, verificando que su seguridad estaba por presentar el cambio de guardia. Revisé mi reloj, esperando veinte segundos hasta que el minuto exacto cambió y sus hombres despejaron el pasillo. Entonces salí de mi escondite y caminé con la mayor prisa que pude hasta su puerta. Puse mi mano en el pomo y la giré con lentitud, atenta a cualquier ruido que pudiera hacer además de mi respiración. Asomé primero mi rostro y al comprobar el bulto en la cama que no se movía, estuve segura de que podía pasar el resto de mi cuerpo y cerrar la puerta detrás de mí.
Caminé sobre las puntas de mis pies, siendo cuidadosa con los objetos cerca de mis piernas hasta llegar al escritorio dónde su sirvienta me había confesado que siempre guardaba su cartera y efectivamente la encontré.
No podía buscar lo que necesitaba con poca luz, por lo que me di la media vuelta y comencé mi camino hacía el exterior.
—Milenka.— Me quedé estática, mi corazón golpeando contra mi pecho salvajemente y después me giré como bisagra oxidada hacía la cama, pero después de varios segundos Aren no se incorporó.
¿Había dicho mi nombre dormido? Hice una mueca y salí de la habitación, cerrando con la misma delicadeza con la que entré y después caminé como si fuera solo un paseo de madrugada por los pasillos de regreso a mi habitación, dónde me recargue contra la puerta nada más entré y abrí la billetera, buscando la tarjeta y la encontré hacía el final de las de crédito.
Saqué el pequeño rectángulo blanco bordeado de blanco y con el escudo de la familia real de Dimark en el centro y lo apreté en mi mano hasta que dejó marcas rojas en mi piel. Era mi salida del país.
Después de la cena me di cuenta de que no podía seguir en Dimark, no a merced de Aren. No estaba dispuesta a ser controlada y extorsionada por él para convertirme en una muñeca sin poder en el palacio. Podía estar rota, sí, pero cada uno de mis pedazos seguían perteneciendo a un solo hombre y no estaban dispuestos a doblegarse a Aren. También había visto que por más que me rebelara, eventualmente él me acorralaría una y otra vez, así que la única opción que me quedaba era huir.
No quería iniciar un conflicto internacional, así que había recurrido a la ayuda de una amiga en Suecia para obtener refugio temporal y después vería la manera de volver con mi hermano y mi cuñada.
Tomé la maleta que había preparado con cosas básicas de Aasiya y mías. Nuestros pasaportes que había sacado del estudio de Aren y dinero en efectivo. La maleta era de correa, así que cargué el peso en mi hombro y luego caminé hasta la habitación de mi hija pequeña.
Aasiya no se quiso despertar, pero me dejó cambiarla de ropa dormida y cargarla en mi brazo, era un poco pesada, pero podía con ambos pesos, usando de apoyo el bastón para ir a través de los pasillos con menos seguridad y más abandonados hasta ir por los de servicio. Luego en la puerta trasera me dirigí hasta el automóvil que había conseguido prestado de una de las criadas y salí por la puerta trasera.
Estaba nerviosa. Durante todas mis preparaciones hasta conseguir las cosas pensé que en cualquier momento me descubriría, que alguien me preguntaría algo y luego le consultarían a Aren. Mi ansiedad había subido hasta el pico en todo ese tiempo y ahora que podía ver la autopista y la respiración de Aasiya en los asientos traseros sonaba tan calmada, no podía dejar de sentir esa sensación de persecución.
Podría adivinar que si tenía suerte, Aren no se enteraría hasta después de cinco o seis horas que ya no estábamos en palacio y si hacía el intercambio en aguas internacionales suecas a tiempo, no habría manera en que pudiera detenerme. Hasta ese punto sería finalmente libre y mientras tanto yo era la que debía asegurar la seguridad de Aasiya y la mía.
ESTÁS LEYENDO
Misión: Rescate. Contratiempos: Elegir. (IV libro)
RomantikLe habían dicho a la reina Ostergaard que la soñaron en una isla en medio de una elección entre un tiburón y un ave, pero, ¡No pensó que sería literal en una isla! Milenka Ahmad había elegido a Erik Ostergaard después de que las cosas salieran muy m...