Capítulo 13: Da la impresión de que podrías ser tu padre.

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Estar sobre la espalda de Aren era extraño. Sentir sus músculos tensarse al movimiento y luego volver con cada paso era lo único que mantenía en mi cabeza cuando mis pensamientos sobre temas varios se terminaban o cuando dejaba de pensar en absoluto, agotada por estar sosteniéndome de él.

Me dolía mi pierna por estar rodeándolo, pero reconocía que para él era más agotador el llevar mi peso todo el camino, así que trataba de no moverme y mantener una relativa calma entre nosotros.

Nuestra interacción había sido mínima al interactuar desde la última discusión que tuvimos. No es que me molestara o me incomodara el silencio, pero con el pasar de las horas si había sido algo pesado con lo que lidiar.

Levanté la cabeza hacía el cielo y miré las nubes cerradas, amontonándose una sobre otra, limitando la luz del día que llegaba hasta la selva. Las sombras se hacían profundas entre la arboleda y el suelo. Un ligero olor a petricor buscaba atención entre mis narinas y los animales parecían haberse puesto a salvo del agua que no tardaría en caer sobre nosotros. Las lianas colgaban más sueltas en este lugar, así como también eran más escasas.

Las primeras gotas de lluvia cayeron sobre mi cabeza y después sobre mis hombros. Aren se detuvo, me acomodó sobre su cuerpo con un pequeño salto para sujetarme mejor y comenzó a caminar más rápido, buscando una zona dónde refugiarnos.

Lo que inició con un golpeteo continuo, no tardó en convertirse en un torrente de agua cayendo desde el cielo. Los árboles se sacudieron con el incremento de velocidad del viento y el agua comenzó a caer más agresivamente contra mi cuerpo. Aren subió por unas piedras y luego se internó entre un grupo de lianas que casi volaban para detenernos en lo que parecía la entrada de una reducida cueva.

Me bajó de su espalda y me colocó su mano en el brazo. Apuntando al área más seca que había.

— Aquí, acomodate.— Dijo y yo obedecí, acomodandome en el lugar que era como una concha cóncava de piedra por el que el agua caía hacía afuera y luego buscaba su camino para desembocar en un lugar con menos altura, pero no había espacio para nada más que mi cuerpo presionado hacía atrás con mis piernas dobladas. Miré a Aren cuando se puso enfrente de mí y se sacó la chaqueta para ponerla encima de mis piernas y la poca agua que había comenzado a mojarme, se desviara por el material impermeable.

Eso lo dejaba completamente expuesto a la lluvia.

— ¿Qué estás haciendo? — Le pregunté.

— Sería un problema si te enfermas.— Él dijo.

—Pero, tú...— El agua tumbó su cabello y lo pegó a su rostro, corriendo por su mandíbula y luego cayendo por su barbilla. Se había empapado en el tiempo que me puso aquí y permaneció fuera.

Miré a mi alrededor, pero no había manera de que pudiera caber dentro, lo que causó una sonrisa en él.

— ¿Estás preocupada, Milenka? — Aren preguntó.

— Es decencia humana básica.— Respondí.

—Claro.— Aren respondió.— Pero no necesitas tener tantas consideraciones. Estaré bien.

Negué.

— Deberías buscar un lugar.— Dije.

— ¿Y dejarte sola? — Cuestionó.— Sin mi hermano aquí, eres mi responsabilidad. Además, ya había echado un vistazo al ir caminando y este fue el único lugar al que le vi coherencia para evitar que te mojaras, pero si quieres consolarme para que no piense que me estoy mojando como perro abandonado, puedes hablar conmigo.

— ¿Hablar? ¿Sobre qué? — Pregunté. La camisa de su ropa se adhirió a su cuerpo y comenzó a destilar.

— Lo que sea. — Aren dijo.— ¿Por qué le pusieron mi hermano y tú Aasiya a su hija?

Misión: Rescate. Contratiempos: Elegir. (IV libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora