Ealyn Monrose
— ¡Mira esto! — Entré a la oficina de Aren con un bastón de hule.— Dice Carlo que no los quiere en la celebración, pero Easton los incluyó.— Me reí, recordando su expresión al exponerlos frente a nosotros.— Creo que espera golpearlo con ellos, pero...— Detuve mi verborrea al tropezar con un sello y ver los restos de cristal en el suelo terminé por prestar real atención al estado desastroso del lugar.
Había sillas volcadas, objetos y papeles esparcidos por el suelo. Cristales distribuidos por todas partes y Aren... miré la figura agazapada contra uno de los sillones con una rodilla doblada hacía él y la otra estirada, su pie ladeandose sin energía hacía un costado y el apoyo constante de la base de una botella en su rodilla doblada.
Caminé con cautela hacía Aren con la mirada fijada en su cabello rubio revuelto, su rostro sumido en las sombras y sus ojos perdidos en el alcohol frente a él.
Nunca lo había visto así y todavía no podía acomodar la imagen que tenía enfrente con la del hombre siempre de pie que había conocido, el mismo que era una perfecta imagen del liderazgo permanecer en el suelo con la espalda apoyada contra uno de sus sillones y bebiendo de la botella con líquido de color ambar cómo si fuera agua.
— ¿Aren? — Pregunté doblando mis rodillas frente a él y enfrentando su cara desde un punto más cercano, viendo sus escleróticas rojas y las lágrimas secas en sus mejillas.— ¿Estás bien?
De pronto, él se giró hacía mí como si su cabeza estuviera oxidada y le doliera moverse para verme.
Aren sonrió y una gota de agua emergió de sus pestañas para caer sobre su mejilla.
— La mujer que amo acaba de casarse.— Se rió sin una pizca de diversión.
Me mordí el labio.
Ni siquiera sabía que estaba enamorado.
— Ella se lo pierde.— Dije de manera atropellada.— Estoy segura de que no hay nadie mejor que tú.
— ¿Eso crees? — Él preguntó con amargura, tomando el resto de la botella de un trago.— Porque se casó con mi hermano.
Vaya.
Ahora si no sabía qué decir.
Me senté a su lado y me quedé en silencio, temiendo arruinarlo más.
Aren recargó su cabeza hacía atrás y miró el techo, su manzana de Adán se movió cuando él comenzó a hablar de nuevo.
— La amo tanto.— Susurró con la voz rota.— Tanto... tanto... —Cerré los ojos con pesar, queriendo llorar junto con él al escuchar la emoción del dolor en él, su tristeza y el sentimiento de traición que experimentaba por su hermano.
— Sabía que no era suficiente...— Continuó divagando.— Y me esforcé, me esforcé para poder enfrentarla con mi poder, con lo que era capaz...— Su voz bajó y se golpeó la frente con el puño.— Pero no lo soy... no soy... suficiente... no para ella... nunca para ella...
Me mordí el labio con fuerza, guardando todas las palabras en contra de lo que salía de sus labios para mi, porque sabía que para él no significaban nada aunque se las gritara de frente.
Lo que había logrado y el tipo de líder que era... escucharlo reducirse así mismo de esa manera me hizo enojar, no solo con él, sino con el tipo de mujer que no podía ver eso en él, que le hacía sentir así cuando Aren era un gran hombre del que cualquier mujer pudiera sentirse orgullosa de estar.
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Misión: Rescate. Contratiempos: Elegir. (IV libro)
Roman d'amourLe habían dicho a la reina Ostergaard que la soñaron en una isla en medio de una elección entre un tiburón y un ave, pero, ¡No pensó que sería literal en una isla! Milenka Ahmad había elegido a Erik Ostergaard después de que las cosas salieran muy m...