Especial: No puedo llorar.

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Viveke Ostergaard

Cuando llegó la ambulancia los médicos intentaron reanimar a mi hermano, por más de quince minutos no lo dejaron morir.

Los reporteros dejaron de tomar fotos, el llanto era lo único que podía escuchar. Los gritos de mamá y a papá impidiéndole correr hacía Erik, Enoch estaba igual de aturdido que yo, viendo todo lo que estaba pasando, incapaces de movernos o procesar lo que estaba pasando.

La hora oficial de muerte de Erik Ostergaard, el rey de Dimark y mi hermano mayor fue a las once con treinta y seis minutos de la mañana.

Milenka gritaba de una manera tan desgarradora que sentía que me haría pedazos, mis huesos se estremecían y mi cuerpo temblaba. Aren la sostuvo, pero ella no pareció darse cuenta de eso, ella lo rasguñó, lo golpeó y lo mordió, queriendo volver con Erik, pero mi hermano no la dejó, permitiendo que los médicos hicieran su trabajo.

De pronto, escuché que Aren gritaba pidiendo ayuda y un médico se acercaba corriendo, Milenka sangraba mucho, sus piernas estaban cubiertas de sangre y mi hermano estaba perdiendo la última cordura que le quedaba. Creo que le gritó a un médico, no estaba muy segura, pero de pronto ella fue llevada al hospital y de alguna manera yo también seguí a Aren.

Movía mis piernas, no sabía lo que estaba haciendo, pero estaba llegando a dónde debería.

Una sala de espera.

Me senté frente a mi hermano.

Aren miraba sus manos cubiertas de la sangre de Erik y de Milenka, él apenas respiraba, parecía aturdido y no lo culpaba.

Me sentía igual.

Las paredes eran muy blancas, tanto que hacían que me dolieran los ojos. Erik había estado usando blanco antes de que le dispararan, antes de morir frente a todos. Llevé mis manos a mis mejillas, pero no estaba llorando. De alguna manera no podía llorar.

No me moví del lado de Aren hasta que un médico salió y él se puso de pie.

— ¿Cómo está su majestad? — Le preguntó al hombre de bata blanca y ojos cansados, en sus manos cargando un expediente. Él puso sus ojos en la ropa llena de sangre de mi hermano y presionó sus labios en una fina línea. Parecía que las noticias malas corrían con mucha velocidad.

—Tuvimos que hacer un legrado, su alteza.— Dijo.— Su majestad perdió una cantidad importante de sangre, pero pudimos evitar una histerectomía. He llamado al departamento de psiquiatría para cuando despierte.

— ¿En qué habitación...? — Comenzó Aren y el médico apuntó con el expediente para que lo siguiéramos, lo hicimos y yo fui la que cerró la puerta después de que el médico se despidiera.

Me senté en la orilla, juntando mis manos.

Aren se dirigió al baño, escuché el agua correr por un buen tiempo y después lo vi aparecer con las manos limpias y rojas de tanto tallarlas. Se sentó a un lado de Milenka y la miró en su inconsciencia. Estaba pálida, se veía mal... nadie se veía bien en ese momento.

Me veía incapaz de hacer, ni pensar nada. Supuse que no quería hacerlo, porque eso significaba enfrentar la realidad, enfrentar lo que ahora no podía hacer, porque me sentía con la responsabilidad de verificar que Milenka estuviera estable. En ella podía concentrarme para no dejar que el dolor se metiera en mi pecho y no saliera, en ella podría reflejar lo que me negaba a creer.

Cuando me recargue en el respaldo del sillón, la puerta volvió a abrirse, ya era tarde, las cuatro, según el reloj de la pared. Entraron dos hombres uniformados. Ambos se acercaron a la cama, colocándose cerca de Aren, quién levantó la mirada hacía ellos con una expresión gélida.

Misión: Rescate. Contratiempos: Elegir. (IV libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora