Aren Ostergaard
— Deberías tener cuidado, príncipe.— Me detuve y me di la vuelta, enfrentándolo. Li jie sonrió con satisfacción al revelar mi identidad. Las marcas de su frente parecieron arrugarse más a pesar de su intento por querer mantener una imagen de superioridad— ¿Pensabas qué no lo descubriría?
Sonreí.
—Al contrario.— Dije.— Me llena de entusiasmo que se tomara el tiempo para llamarme de tal manera.
—Cuidado.— Repitió.— Es muy joven para morir, su alteza. Sería una lástima si algo así llegara a pasar.
—Una lástima.— Ladeé la cabeza con diversión y luego me di la vuelta.— ¡Una lástima, director Ma!
***
— ¡Fue un hombre! ¡Solo lo vi una vez! — El mercenario habló con prisa antes de que mis hombres le cortaran el segundo dedo, sudaba, lloraba y se retorcía dentro de sus limitadas posibilidades, pero ya estaba dispuesto a hablar.— ¡Wu Chen! ¡Su nombre era Wu Cheng! Le dijo a mi jefe que si matábamos a la mujer que estaba en el barco nos pagaría cuatrocientos millones de dólares. Por favor, eso es todo lo que sé, es todo.
— Te creo.— Dije.
Era lo mismo que había dicho su compañero. La historia coincidía al menos hasta ese punto, aunque el anterior había dado al menos unos cuantos detalles más sobre Wu Chen.
Era todo lo qué podía obtener por el momento, así que me incorporé de estar contra la pared y salí de la sala de interrogatorios, ya eran pasadas las seis de la mañana. Había dejado algunos asuntos pendientes para presenciar el interrogatorio de los mercenarios que habían atacado el barco y aunque había perdido cinco horas, al menos había logrado aclarar mis sospechas.
Regresé al estudio, dónde me encontré con el secretario de mi hermano ya esperando a un costado del escritorio para comenzar a informarme de la agenda del día de hoy, lo escuché a medias, sentandome y verificando la hora para tomar algunos de los documentos y revisarlos antes de salir para atender la reunión de seguridad nacional a las ocho, la llamada con el presidente de estados unidos a las diez, la reunión de consejo de ministros a las once con cuarenta minutos, la conferencia con los...
— ¿Ocupado? — Levanté la mirada. Ealyn estaba en la puerta con la cabeza recargada contra la madera, su cabello suelto sobre sus hombros y su atuendo era claramente formal en un traje ejecutivo, su expresión indescifrable con su atención sobre mi.
— Lo suficiente.— Respondí, soltando el bolígrafo en mi mano, me giré hacía el secretario.— Trae una taza de café para mi y una de té de jazmín para la señorita.
— Con su permiso, majestad.— Se inclinó y se marchó. Mientras tanto Ealyn se acercó y se sentó frente a mí.
— ¿Has dormido algo? — Preguntó haciendo una seña hacía mis ojos.— Te ves cómo en Taiwan.
— Dormí dos horas por la noche.— Me sinceré. Había logrado dormir dos horas porque ya no había estado pensando correctamente al revisar los documentos y cuando desperté por la alarma de mi celular fue cuando me di cuenta de que mi cartera no estaba y Milenka había escapado.
— ¿Y antes de eso? — Ealyn preguntó.— ¿Has dormido?
— ¿Tienes algo qué informar? — Pregunté cortando el tema y ella reaccionó frunciendo el ceño antes de aceptar la derrota.
— Recibí información de Alessia.— Dijo inclinándose para tomar mi pluma y mirarla con atención.— ¿Cuánto cuesta esto? — Señaló la parte dorada.— ¿Es oro?
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Misión: Rescate. Contratiempos: Elegir. (IV libro)
RomanceLe habían dicho a la reina Ostergaard que la soñaron en una isla en medio de una elección entre un tiburón y un ave, pero, ¡No pensó que sería literal en una isla! Milenka Ahmad había elegido a Erik Ostergaard después de que las cosas salieran muy m...