Fueron setenta y dos horas continuas en las que no tuve ningún momento para terminar de comprender lo que estaba pasando.
Reuniones con generales, nobles y embajadores, tomas de decisiones y muchos documentos por firmar y revisar. En esos tres días no se había encontrado el lugar dónde colisionó el avión y por lo tanto, confirmar la muerte de Aren todavía era un asunto pendiente. Aunque aquellos que sabían del incidente ya lo estaban tomando por muerto.
Las solicitudes de aquellos nobles que ya lo sabían con respecto a la consideración de nombrar a Enoch cómo futuro rey del país y los que insistían en que fuera Aasiya conmigo cómo reina regente temporal se acumulaban en mi escritorio.
Solté uno de esos documentos y lo arrugué dejándolo caer en el bote de la basura. Enys me miró con discreción desde su posición y luego volvió a seguir gestionando mi horario en la tablet.
Me enfurecían los movimientos que esos hombres hacían para aprovecharse de las circunstancias y escalar por encima del resto.
Aren no estaba muerto.
No lo aceptaría hasta que no tuviera su cuerpo frente a mí.
Tomé otro documento y comencé a pasar la vista por las palabras, aunque me dolía la cabeza y no dejaba de sentirme indispuesta, no podía dejar de trabajar, sobre todo después de que Skarret perdiera a su presidente y tardaran tres días en reorganizarse. Habían nombrado un nuevo presidente y este después de encargarse de la situación caótica que permaneció después del último ataque había terminado por solicitar una reunión para negociar nuevamente el estado de guerra.
Sería realizada en dos días, en la sala de conferencias del palacio y los preparativos para tal asistencia eran fundamentales, así que mantuve gran parte de mi energía en ellos y en organizar en mi cabeza la mejor manera para establecer una rendición por su parte.
Las pérdidas causadas en Skarret en solo dos noches con un escuadrón aéreo fueron lo suficientemente sustanciales para extender una evidente advertencia de lo que pasaría con el país si iniciabamos un conflicto armado y aunque el país había estado seguro de que tenía a un pez gordo respaldandolo, este se había mantenido silencioso y nadie había ofrecido apoyo a su país.
Aren se había encontrado con el presidente Murphy de Estados Unidos la mañana del accidente y lo que sea que pasó en esa reunión fue suficiente para apagar el fuego que ellos habían provocado.
Ahora solo quedaba asegurar la rendición de Skarret, pero si ellos o Murphy se daban cuenta de la situación tan delicada en la que se encontraba el país con la desaparición de Aren, todo se derrumbaría y probablemente terminaríamos en medio de una guerra.
Y si esa situación llegaba a pasar, prefería reunir mis fuerzas para poner a Magnus al frente antes que dejarle el poder de la corona a Enoch. Preparándome para el peor escenario había tratado de comunicarme con el cuarto príncipe Ostergaard, pero estaba fuera de línea y no sabía dónde podía encontrarlo.
Todos esos pensamientos iban y venían en mi cabeza para proteger al país y a mis hijas de lo que pasaba.
En dos días podía esquivar un gran problema o terminar hundiéndome en él.
Estaba llena de preocupaciones y a raíz de ello mi salud también se deterioraba. Volviéndome incapaz de mantener nada en mi estómago desde que escuché la noticia del accidente aéreo y mis emociones también estaban desbordadas, dirigiéndose de la ira al llanto, incapaz de mantenerme tranquila más allá de un par de horas en el día.
— Su majestad.— Enys abrió sus labios después de revisar brevemente su reloj.— ¿Desea qué le traiga un aperitivo? ¿O le ordeno a la cocina un nuevo platillo?
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Misión: Rescate. Contratiempos: Elegir. (IV libro)
RomanceLe habían dicho a la reina Ostergaard que la soñaron en una isla en medio de una elección entre un tiburón y un ave, pero, ¡No pensó que sería literal en una isla! Milenka Ahmad había elegido a Erik Ostergaard después de que las cosas salieran muy m...