Capítulo 22: Pero que idiota es el destino.

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— Ahí está.— La ginecóloga señaló la pantalla del ultrasonido, dónde se podía ver el pequeño cuerpo de mi bebé, que parecía imperturbable ante el aparato presionado contra mi estómago.— Todo se ve en orden para su alteza.

Sonreí, mirando el monitor.

Ya tenía dieciséis semanas de embarazo y a pesar de todas las dificultades que había tenido al principio, ahora podía respirar agusto, ya que el peligro de los primeros tres meses había pasado. La ginecóloga revisó otros aspectos y luego quitó el aparato, pasando una toalla húmeda por el lugar dónde se había embarrado el gel conductor en mi piel.

— Aunque ya estamos en la semana dieciséis, no se sobreesfuerce, majestad.— Me recordó.— Por lo demás, las recomendaciones siguen siendo las mismas.

— Gracias.— Me incorporé de la camilla, respondí algunas preguntas más y luego me puse de pie para salir de la habitación de ginecología provisional en el palacio que había sido colocada por Aren.

Caminé por el pasillo apoyando mi bastón en el suelo y sosteniendo la impresión del ultrasonido en la otra mano. No había tomado pastillas para el dolor en todo este periodo, pero podía soportarlo siempre y cuando no caminara por distancias muy largas.

El clima estaba cambiando, por lo que la temperatura del palacio se sentía más fresca que meses antes y usar ropa negra se había vuelto más tolerable si quería salir a tomar el aire al jardín.

Podría hacerlo, pero tenía una cita con Aasiya en su habitación para colorear juntas y luego ver una película de princesas o animales, lo que se le ocurriera el día de hoy.

Subí por las escaleras hasta su habitación y luego levanté la mano hacía la puerta blanca, tocando con los nudillos.

Aasiya tardó pocos segundos en abrir y sonreír al verme.

— ¡Mamá! — Me tomó la mano y me jaló dentro. En la mañana había ido a su cuarto y le había puesto un vestido color rosa con medias blanca y zapatitos de charol negros. Se veía tan adorable que había sentido el impulso de tomarle foto y enviarla a Erik, pero cuando recordé que ya no podía hacer eso tuve que marcharme para llorar en mi habitación y que nuestra hija no me viera.

Ahora que la veía de nuevo podía tolerar el dolor en el pecho y dejarme llevar por ella hasta su cama.

Aasiya fue por sus colores y sus libros de colorear y los lanzó a la cama, después se subió ella, quitándose sus zapatos y me puso los dos libros frente a mí. Me miró, pidiendo en silencio que eligiera.

— ¿Cuál quieres tú? — Le pregunté y ella tomó el que estaba a la izquierda. Se lo había regalado Erik poco antes de... presione mis labios.

No debía pensar en ello, debía concentrarme en Aasiya.

Tomé el cuaderno que quedaba libre y abrí una página al azar que mostraba una rosa en blanco con un tallo sin espinas y dos hojas. Puse el libro en mi regazo, viendo como Aasiya se acostaba sobre su estómago y buscaba una página después de otras tantas que tenían series de garabatos. Iniciando una nueva imagen, un castillo con varios árboles en el exterior, tomó el color violeta y con ese comenzó a pintar el cielo.

— ¿El cielo es violeta? — Pregunté a ella.

Aasiya asintió.

— ¿Lo ves violeta? — Tomé el color rojo.

— El tío Conrad dice que es violeta.— Ella dijo.— Pero nuestros ojos no pueden verlo bien.

No tenía nada en contra de esa lógica.

— ¿Y te explicó por qué? — Ella volvió a asentir.— ¿Por qué?

— No me acuerdo.— Aasiya dijo. Comencé a colorear la rosa, mirando a mi princesa de vez en cuando y asegurándome de no salir de las líneas.

Misión: Rescate. Contratiempos: Elegir. (IV libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora