Edward Carswell
Todo esto se sentía mal.
No sabía qué hacer para sentirme menos impotente.
El lugar entero olía a crisantemos, claveles, palo santo que serpenteaba con el humo de los inciensos en cinco partes de la sala que se mezclaba con el ligero toque de cloro y productos de limpieza perfumados a pino, así como el café en la mano de Conrad, quién estaba sirviendo de soporte para Eleonor, mi hija quien estaba llorando con la mirada en sus manos. La galleta de mantequilla que sostenía Mikhail en su mano tenía un olor ligeramente irritante al mezclarse con los otros.
Adele, oliendo sutilmente a chocolate estaba a un lado de mi hermana, consolándola. Angelique no había dejado de llorar desde que llegué, sus ojos estaban rojos e hinchados de tanto hacerlo, pero nadie se atrevería a señalarlo. Erik había sido su hijo.
Mi hermana podría haber sido ignorante en muchas cosas, pero amaba a sus hijos y haber visto cómo lo asesinaban le había afectado profundamente. Adele pasaba su mano por su espalda, tratando de reconfortarla, aunque poco podía hacer en el momento.
Mirando alrededor solo se había permitido la entrada a familiares y amigos de la familia que estuvieran relacionados con Erik. La ceremonía pública sería por la mañana, aunque el país no se había quedado quieto y fuera del palacio habían colocado muchas flores blancas, regalos y mensajes en señal de luto.
Mi madre se había traído a los Leone junto con ella.
Emil Carswell sostenía su bastón entre sus dos manos, mi padre estaba a un costado de ella, con una mano sobre su hombro. Massimo estaba del otro lado, inclinándose sobre el oído de nuestra madre, seguramente pidiéndole que fuera a descansar, pero ella negaba con una expresión cansada y miraba el féretro de Erik de vez en cuando.
Emil no lloraba como lo había hecho cuando murió mi hermano, pero la manera en que sus hombros se hacían hacía abajo y cómo se apoyaba en mi padre delataba lo agotada que estaba de toda esta situación.
Los jóvenes no deberían ser los primeros en morir.
Si era sincero conmigo mismo, todavía no podía convercerme de la muerte de Erik. Hubiera esperado primero la de Aren por sus decisiones precipitadas que la de su hermano, lo que le daba un sentido más oscuro a la situación.
Bianca se acercó, usando un vestido negro que caía libre hasta el suelo, su olor era más fuerte a incienso por su anterior cercanía con uno de ellos que había estado quemandose cerca de ella.
— Todavía no puedo creerlo.— Dijo ella, colocando en palabras mis pensamientos, recargándose en el barandal de madera en la que me había estado apoyando.— Erik era...— Se interrumpió.— Massimo dijo que la mafia italiana guardaría luto por la muerte de uno de los pequeños leones.— Bajó un poco más la voz.— Dijo que Klaus lo había condenado a la muerte cuando le cedió la corona. ¿Sabías a qué se refería?
Eché un vistazo a mi hermana y liberé aire de mis pulmones.
—No es que Erik no estuviera preparado para el puesto.— Hablé con el mismo tono que Bianca.— Pero es cierto que fue cruel dejarlo cargar con los problemas de Dimark como un castigo por casarse con Milenka Ahmad.
Las aguas de esos problemas eran no solo profundas, sino que tenían una turbiedad y un giro constante de intensidad en el peligro. En un principio le había dicho a Klaus que no lo hiciera, que Erik era demasiado joven aunque fuera tan competente, me parecía injusto que siempre tuviera que cargar con todo el peso de lo que significaba ser un Ostergaard.
Pensé que sería difícil, pero nunca llegué a imaginar que terminaría en su muerte.
El tiempo había pasado y me parecía una mentira que apenas unos años atrás lo viera seguir a Aren a todos lados y luego tropezar con sus torpes pies de niño. Recuerdo que al verlo se había quedado quieto, después se había levantado y continuado detrás de su hermano mayor. Cuando Erik se aseguraba de estar cerca de Aren para obtener atención de Angelique, pero al final Klaus terminó aislandolo, convirtiéndolo en lo que él había sido.
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Misión: Rescate. Contratiempos: Elegir. (IV libro)
RomanceLe habían dicho a la reina Ostergaard que la soñaron en una isla en medio de una elección entre un tiburón y un ave, pero, ¡No pensó que sería literal en una isla! Milenka Ahmad había elegido a Erik Ostergaard después de que las cosas salieran muy m...