Cuando escuché el clic de la puerta le estaba dando la espalda.
Había dejado de llorar desde hacía algunos minutos, tenía los ojos hinchados y me sentía cansada, sin energía para moverme.
Escuché a Erik caminando por la habitación, ir al baño, lavarse los dientes y después cambiarse a algo para dormir. En todo ese tiempo no me moví y tampoco cuando entró a la cama y se acercó, colocando su mano en mi cintura, su nariz en mi cuello e inhaló mi aroma por varios segundos.
Sus labios tocaron mi hombro, dejé de respirar e inconscientemente llevé mi cuerpo hacía atrás.
— He pensado.— Erik dijo contra mi piel.— ¿Recuerdas cuando te pedí qué me dieras una visita guiada en tu país? ¿Cuándo me llevaste a tomar té?
Asentí, dándome la vuelta y buscando leer sus expresiones en medio de la penumbra. Sus ojos se posaron sobre los míos, melancólicos.
— Dijiste.— Metió una de sus piernas entre las mías.— Que el primer vaso era amargo como la vida.
— ¿Te parece amarga tu vida ahora? — Le pregunté sin recibir respuesta inmediata.
Erik me besó, inundando mi boca con un solo movimiento, su aliento tenía un ligero regusto a alcohol, me presionó hacía atrás y cuando quise retroceder, me tomó por la nuca y profundizó aún más, mordiendo mi labio. Gemí y llevé mis brazos alrededor de él. La mano de Erik sobre mi cintura levantó la blusa de mi pijama, extendiéndola y cubriendo mi abdomen en ascenso hasta tomar uno de mis pechos. Me arqueé y él aprovechó para incorporarme y poner mis rodillas alrededor suyo.
Erik se separó y tomó mi rostro que se inclinó hacía su toque medio borracha, incluso sin tomar nada, solo por el alcohol en su boca y su toque que me volvía loca.
— Me parece injusta.— Erik contestó levantando mi blusa hasta mi cuello y tomando uno de mis pechos con sus labios, lamiendo y mordiendo mis pezones con fuerza, hasta que puse mis manos en su cabello y solté un quejido de dolor. Él se separó y se pasó a mi otro pecho, repitiendo el mismo procedimiento, chupando y mordiendo, como si quisiera marcarme. Apreté mis piernas alrededor de él, excitada por el dolor y el placer mezclados, sintiendo la humedad entre mis piernas y su miembro presionando contra mí a través de sus pantalones.
Llevé mis manos hacía su cabello, sintiendo el patrón de la trenza hasta llegar a la liga y luego jalé de ella, soltandolo y este rápidamente se extendió por sus hombros, hacía mi piel, rozandome con las delgadas hebras rubias al tiempo que le daba atención a mis pechos.
Erik llevó su camino hacía mi cuello, depositando suaves mordidas hasta llegar detrás de mis orejas.
Sus manos bajaron hasta mis pantalones cortos y movió la costura ya mojada hacía un lado para colocar sus dedos en mis labios.
—Ya estás mojada.— Dijo contra mi oído. Llevé mis manos a su entrepierna y liberé su pene, rodeándolo en mi mano y lo presioné juguetonamente, pero también estaba muy excitada.
— Y tú duro.— Dije, sacándole una sonrisa.
— ¿Recuerdas lo que significaba la segunda taza? — Erik preguntó apuntando a mi entrada y realizando movimientos circulares. Me sujeté de sus hombros y perdí la concentración, demasiado estimulada para tratar de recordar. Erik dejó de moverse en mi entrada y luego puso sus manos en mis caderas.— Mirame, Milenka.
Lo hice, mis ojos encontrándose con los suyos que me miraban con intensidad, con deseo, pero también con amor. Me hizo bajar con fuerza hasta penetrar en un solo movimiento, alojandose dentro de mi y llenándome con él.
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Misión: Rescate. Contratiempos: Elegir. (IV libro)
RomansaLe habían dicho a la reina Ostergaard que la soñaron en una isla en medio de una elección entre un tiburón y un ave, pero, ¡No pensó que sería literal en una isla! Milenka Ahmad había elegido a Erik Ostergaard después de que las cosas salieran muy m...