Epílogo

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Aasiya Ostergaard

— ¿Está grabando? — Mi padre preguntó del otro lado de la pantalla.

Se escuchó una risa de mujer, de Iridiana Ostergaard.

—Si, Erik, ya está grabando.

Él miró a la pantalla, sus ojos verde bosque desde mi punto de vista parecían resaltar más entre la palidez de su tez y su cabello rubio del mismo tono que el mío. La nariz recta de mi padre y sus ojos severos afilados que se suavizaron hacía la cámara pensando que me vería del otro lado me hicieron sentir un vuelco.

Me mordí el labio cuando él sonrió ligeramente y su suave voz sonó a través de la bocina.

— Felicidades por tus veintidós años, mi pequeña princesa.

— Papá.— Susurré con mi teléfono sobre mi mano.

Si pudiera lo alcanzaría, pero estaba tan lejos que me era imposible.

—¿Cómo lo estás haciendo, Aasiya? — Preguntó.— Cada vez que pienso en ti te veo cómo eres ahora, pequeña y tierna, pero debes haber cambiado mucho. Aún sé que te has convertido en una mujer maravillosa y muy bella.

— No lo suficiente.— Le respondí.— Me vería más bella si pudiera verte.

Papá inclinó su cabeza cómo si me pudiera escuchar, pero no lo hacía. Él continuó.

— Tu vida apenas comienza, Aasiya.— Él dijo.— Puedes ir a tu ritmo. Trata de no apresurar lo que tiene su propio tiempo, sé paciente y observa con detenimiento, pero sobre todo...— Extendió su sonrisa.— Diviértete con mesura. No todos podrían entender lo que te hace feliz y es importante no lastimar a los que te aman por un poco de diversión.

Me reí.

—Padre.— Dije.— Tu consejo llegó un poco tarde, pero sé que me hubieras entendido.

— ... Y si no tienes idea de lo que estás haciendo, solo deja que tu instinto te guíe.— Papá me aconsejó.— Pretende que lo tienes todo bajo control.

Solté una carcajada.

Eso hice casi toda mi infancia.

Muchas veces no entendía ni la mitad de lo que hablaban los adultos, pero sí sabía exactamente qué decir para presionarlos y llevarlos a dónde quería.

Así estuve chantajeando durante un año al tío Aren después de descubrir las pruebas de paternidad de mi hermana cuando tenía cinco. No tenía idea de lo que hacía, pero pretendí que sí y qué le diría a mamá... los beneficios que obtuve de ello fueron muy grandes y después de ver cómo mamá había reaccionado a mi explicación de la sangre entendí que Eiddween no era hija de mi padre, sino de mi tío.

A veces solo reaccionaba por puro instinto y después me preguntaba porque todo lo que hacía salía tan bien.

Me llamaban genio, pero mis verdaderas habilidades solo comencé a pulirlas en serio y a ser consciente de lo que hacía hasta que cumplí doce años.

El secreto para que todos me temieran era pretender que sabía lo que hacía, aunque estuviera perdida.

Papá me heredó todos los libros con los que creció, mismos que estaban llenos de anotaciones y observaciones suyas, lo que me ayudó mucho y comprendí que él era mucho mejor de a lo que alguna vez podría llegar. Incluso teniendo los mismos libros que él leía a su edad yo tenía algunas dificultades, pero nunca me rendí hasta entenderlo.

Lo admiraba mucho.

A mis ojos había sido el hombre más increíble del mundo y estaba muy orgullosa de ser su única hija. Por eso pude dejar mi resentimiento con Eiddween cuando me enteré de que ella era hija del tío Aren.

Misión: Rescate. Contratiempos: Elegir. (IV libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora